Vivencias y pensamientos sobre la ruralidad y la vida en el campo desde Purujosa pueblo casi deshabitado a la sombra del Moncayo.

jueves, 30 de abril de 2009

José, un hombre de los Pirineos

El otro día estuve hablando con Gregorio. Él es uno de los dos apicultores de Purujosa, el otro es su cuñado, Juan Francisco. Ahora que llega la primavera, los enjambres alados recorren el territorio de flor en flor. Estuvimos hablando de abejas. Yo siempre he creído sentir una curiosidad innata por el mundo de las abejas. Sin embargo, esa conversación me sirvió para reflexionar sobre mi natural inclinación por ese apasionante mundo y concluí que dicho interés no fue innato: De pequeño nada sabía de abejas y nada me interesaban. Ahora poco sé, pero mucho me interesan ¿Por qué ese cambio?

Decía Ortega, ese gran pensador español: “Yo soy yo y mis circunstancias” Que razón tenía el sabio. Las palabras de Ortega me hicieron entender que mi interés por las abejas parte del día en que circunstancialmente leí el maravilloso libro de Severino Pallaruelo “José, un hombre de los Pirineos”. En uno de los capítulos del libro se describía con gran detalle como un hombre solitario de una perdida aldea del Pirineo cuidaba de los enjambres de abejas que le proporcionaban la miel. El relato iba acompañado de una fantástica serie de fotografías. Sin embargo, el libro no hablaba de un apicultor del Pirineo, hablaba de un hombre del Pirineo…

La conversación con Gregorio en las huertas de Purujosa y el recuerdo de aquel capitulo dedicado a las abejas me incitó a releer aquel libro que tan profunda huella había dejado en mi ser. Ya casi no lo recordaba, solo tenía retales en mi memoria, pero las impresiones estaban dormitando en mi subconsciente dispuestas a despertar con la misma fuerza que lo había hecho la primera vez. Recordaba que el libro no era un tratado de etnología al uso, siguiendo la objetiva metodología académica, donde prima la descripción frente a la emoción, la ciencia frente a los sentimientos. El libro era el relato de un mundo perdido, de uno del los últimos hombres libres de la sociedad, o esclavos de su medio, según se mire. Como decía aquella excelente canción de Más Birras: “Donde los pastores crearon un país (…) yo pertenezco a aquella raza de hombres que un día marcaron su ley”. Canción que parece compuesta pensando en la vida de nuestro protagonista.

Si pretendiéramos ser asépticos, primando nuestra imparcialidad, diríamos que estamos ante un manual de subsistencia en tercera persona, donde el observador (autor) describe el día a día del Protagonista (José). La vida de José aun gira al ritmo que marcan las estaciones, como lo hicieron nuestros antepasados. José es el heredero de una larga tradición de hombres que han sabido aprovechar las duras condiciones de su medio geográfico: pastorea con el ganado, cultiva el huerto, cría tocinos, su medio de locomoción son sus dos mulas, aprovecha la madera de boj para hacer sus instrumentos cotidianos, las rocas del entorno para levantar su casa y la madera de enebro hacer los tejados. Todo tiene un fin, una utilidad.

José murió, al poco de editarse su libro. Y con él no solo murió una parte de la Peña Montañesa, una parte del Pirineo, murió una parte de todas las montañas del Mundo, de todos los pueblos serranos de esta tierra. En Purujosa, ya hace años que murió nuestro ultimo José. Ahora nos quedan los libros para recordar a esta raza de hombres, que un día marcaron su ley.

Pallaruelo, Severino. José, un hombre de los Pirineos. Ed. Prames, 2006.

jueves, 19 de marzo de 2009

¡Primavera has llegado por fin!

Este invierno ha sido largo muy largo. Ya a primeros de noviembre cayeron las primeras nevadas y a primeros de marzo cayó la última. No han sido grandes nevadas en cuanto a espesores, pero han sido numerosas. Muchos días viendo a través de los cristales el lento copear reflejado al contraluz de la farola. También ha sido frío, muchas heladas junto al río. Del balcón del solanar de casa hay colgadas unas “pinochas”, mazorcas de maíz. Este año los pajarillos han dado buena cuenta de ellas, han debido pasar hambre porque otros inviernos no se las comían.

Sin embargo, llevamos ya unas semanas primaverales. Aunque la estación no entra hasta el próximo sábado, la nieve se ha ido de la cara sur del Moncayo, solo se resguarda en los circos glaciares de la cara norte, donde este año aguantará aun varios meses. En Purujosa los almendros han florecido. Aquí la primavera llega más tarde que en el resto del valle, pero termina llegando. Los enjambres de abejas están en plena actividad, en las aliagas y romeros más floridos se oye ese característico zumbido de la colonia alada en movimiento. También se observan lagartijas en el asfalto, en busca del calor que ha vuelto. Los pájaros trinan en las choperas del río y las manadas de corzos se dejan ver cerca del pueblo. En definitiva, la vida ha vuelto, la naturaleza renace tras el largo silencio que el crudo invierno impone.


Todos, animales, plantas y personas esperan con ansias la llegada de la primavera. Como bien expresara La Ronda de Boltaña
en aquella fantástica canción Primavera Rondadora : Que impaciente te espera el país, con un ramo de flor de aliagas, que aunque es flor bien pinchuda y no huele a jazmín, es la nuestra y nació para ti (....) Primavera has llegado por fin!, rondadora más que rondadora, Remudau y de fiesta te espera el país, suspirando de amores por ti.

Sin embargo, no nos engañemos. En la montaña, la primavera es una estación cambiante, alocada. Es posible tener días preciosos, lluviosos y con temperaturas agradables, seguidos de días secos y calurosos, más propios del verano, para acabar con una nevada tardía. De momento la primavera está siendo primaveral pero el año pasado vimos nevar en Mayo ¿Qué pasara este año? El refranero es previsor: “Hasta el 40 de Mayo, no te quites el Sayo

miércoles, 25 de febrero de 2009

Presentaciones...

Finalmente me he decidido. Al igual que nuestros antepasados cuando terminó la última glaciación, he salido de la cueva, de la oscuridad tecnológica, del ostracismo del anonimato, para conocer el nuevo mundo "tecnológico" y darme a conocer en este despertar primaveral del Siglo XXI.

Sin embargo, he de reconocerlo, no es fácil. Todavía existen muchos lugares en esta Piel de Toro de los castizos, Iberia de los Celtas o Hispania de los Romanos donde el avance tecnológico pasa por que llegue la cobertura del móvil o arreglen de una vez la vieja carretera. Lugares donde pensar en la sociedad de la Información o las TIC suena a película futurista, a Blade Runner rural.

Es por eso que no puedo escribir desde donde me gustaría, desde el pueblo, fuente de mi inspiración y de las cosas que aquí contaré. Al contrario, tengo que escribir desde mi exilio urbanita. De todos modos, espero que el binomio ciudad-campo sea provechoso, del primero obtengo información y conocimiento (bibliotecas e Internet) y del segundo emoción y vivencias. Sin embargo, a partes iguales también obtengo nostalgia y melancolía. Contradicciones propias del ser humano.


Purujosa es una pequeña localidad del Sistema Ibérico, a la sombra del Moncayo, ese "Dios que ya no ampara" labordetiano, a unos 100 Km. de Zaragoza. En invierno solo viven 6 vecinos. Su territorio es plenamente montañoso, las comunicaciones son tortuosas, es la extremadura aragonesa, su término linda con Castilla La Vieja. A sus pies corre el Río Isuela, vigoroso al despertar de las entrañas de la Montaña a una legua de camino . Su ubicación en un cantil calizo sobre el valle, colgada en el vacío, impresiona y rememora a los antiguos castros celtibéricos. Quien sabe si los antiguos pobladores del valle fueron los que hostigaron a las legiones romanas de Tiberio Sempronio Graco en aquella casi olvidada Batalla del Moncayo. Yo creo que si.

Purujosa es un lugar en el mapa. A donde acudo siempre que puedo, donde tengo vivencias que me ayudan a reflexionar y a pensar. Donde el tiempo transcurre a otro ritmo. Sin embargo, dichas reflexiones no son particulares, no tienen localización en el mapa, son universales, existen miles de Purujosas en España y en el mundo. Los problemas que aquí contaré son extrapolables a los exiliados rurales de la Presa de las tres Gargantas de China o a los pueblos del Maestrazgo turolense. Cada cual con sus particularidades, pero también con sus semejanzas.

El objeto del blog es narrar vivencias rurales, problemáticas, estudios, anécdotas, análisis, reseñas, testimonios, noticias, proyectos, etc. Digamos que la Estrella Polar de este navío será Purujosa, puesto que es mi particular Ítaca, el lugar al que espero regresar tras la batalla Troyana de la urbe. Sin embargo, espero que ayude a otros a encontrar su propia Ítaca. A fin de cuentas, el campo es campo allá donde esté y eso nos une a personas de todo el mundo. Arriar velas, comienza el viaje, que la brújula del Nido de Águilas del Moncayo os lleve a buen puerto.