Vivencias y pensamientos sobre la ruralidad y la vida en el campo desde Purujosa pueblo casi deshabitado a la sombra del Moncayo.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Miguel Delibes y el mundo rural

Este año nos dejó uno de los grandes de las letras castellanas. Castellano era él, amante de su tierra y su nombre era Miguel Delibes. Se nos fue uno de los más importantes impulsores de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX, reconocido con el Príncipe de Asturias, el Cervantes o el Nacional de Narrativa. Para muchos fue el Nobel de literatura sin premio Nobel: A pesar de las diferentes nominaciones, la academia sueca nunca le otorgó el galardón. Pero eso da igual ante la inmensidad de su legado narrativo, fuente de inspiración, de fantasías y de sueños de generaciones de lectores.

Me avergüenza reconocer que he esperado a la muerte del vallisoletano para leer una novela suya. Pero la espera ha valido la pena porque he descubierto lo que otros ya sabían, que estamos ante un genial narrador de historias. Su obra ya la conocía a través de la adaptación cinematográfica de Los Santos Inocentes, película que dejó una profunda impresión en mi ser y de visionado obligatorio. No es baladí que Paco Rabal con su personaje de Azarías y Alfredo Landa en el papel de jornalero Paco triunfaran en el festival de Cannes. Un alegato contra el caciquismo rural en la España franquista.

También conocía que un tema recurrente en su obra era el medio rural y la naturaleza. El campo se convertía en un protagonista más en sus historias. Es famoso su discurso de ingreso en la Real Academia donde defendió con la brillantez de su lenguaje eso que años después se denominaría “desarrollo sostenible”, es decir, una defensa de un mundo rural que ya en aquellos años agonizaba. Precisamente, dicho discurso lo publicó bajó el sugerente título de Un mundo que agoniza. Todavía guardo con cariño aquel número de la Revista Quercus de 1994 donde Joaquín Araujo hablaba sobre la relación del maestro de las letras con el campo.

Entre las distintas novelas donde Miguel Delibes aborda la cuestión del mundo rural, elegí leer El disputado voto del señor Cayo. Supongo que alguna reseña donde se describía el eje narrativo del libro en torno al abandono rural, temática que personalmente me fascina, me impulsaría a seleccionarlo frente a otros títulos más famosos como el Camino. La novela describe las peripecias de unos militantes socialistas en las primeras elecciones democráticas españolas que se dirigen a una zona rural a realizar un mitin. El libro es corto y tiene tres partes claramente diferenciadas: Una primera donde se describe el rimo frenético de la sede del partido, luces de tubos fluorescentes, multitud de personas en movimiento, ceniceros llenos y tazas de café confieren una atmósfera agobiante que contrasta con la segunda parte de la novela, a saber, el viaje a un pequeño pueblo de la Sierra. Allí, contrastaran el carácter de Rafa, fuertemente urbanita, con el de Víctor, con profunda admiración por los paisajes naturales y humanos que descubre en la sierra. Víctor se siente fuertemente impresionado por el Seño Cayo, uno de los dos únicos vecinos de la ultima aldea del valle.

En su corta visita al pueblo alcanza a entender que el señor Cayo es autosuficiente, vive al ritmo de las estaciones y aprovecha lo que el entorno le proporciona, aunque dicho aprovechamiento sea laborioso. Sin embargo, su ritmo de vida no es por ello más rápido que el de los llegados desde la ciudad, más bien al contrario. El señor Cayo les enseña sus colmenas, el cariño con que trata a las abejas en unos pasajes me recuerda a José, un hombre del Pirineo. Para Cayo cada cosa tiene una utilidad y domina su medio, sabe que la sombra de la noguera es mala y sabe el tiempo que hará mirando las nubes. El choque cultural de ambos personajes es tremendo, los militantes representan el futuro, una sociedad democrática y moderna que estaba naciendo y Cayo es el arquetipo de una sociedad, la rural, que había sido la dominante en España hasta ese momento y que declinaba hacia su extinción. La emigración acababa con una forma de vivir, pero Delibes se cuestiona si el futuro que se abre es en todos los sentidos mejor que el pasado que dejamos atrás. A través de la voz del protagonista observa que el señor Cayo no les necesitaba para nada, pero que la humanidad si necesita hombre como Cayo porque: ¿Qué ocurrirá el día que no se encuentre un solo hombre que sepa para qué sirve la flor del saúco?

La novela es muy corta y se lee rápidamente. A mi personalmente me sedujo de tal manera que en muchos pasajes me sentía muy identificado con los pensamiento del protagonista sobre la vida en el campo. De hecho, ya estoy pensando en leerme alguna otra novela de Delibes ambientada en el mundo rural, como las Ratas. Ya os contaré.

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