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Este fin de semana se celebró en Purujosa Santa Lucía. Festividad típica del solsticio de invierno, de raíces paganas, posteriormente sacralizada por el cristianismo donde el fuego tiene un papel protagonista. En muchos pueblos su celebración se ha pasado al fin de semana anterior, coincidente con el Puente de la Constitución , para que acudan más vecinos emigrados a la ciudad. En Purujosa tal vez se debería plantear puesto que estuvimos tan solo 12 vecinos.
Además, tampoco hubo misa en honor a la Santa dado que nuestro ermitaño anda de romería hacia Jerusalén, caminando, como los antiguos peregrinos. Las ultimas noticias que tuvimos nos decían que se encontraba en Grecia y que muy a pesar suyo, algún forajido, bandido o mala gente (que de los tres quedan en el Siglo XXI, igual que ermitaños) le había robado el bastón de avellano que le había regalado José Luís el día que abandonó Purujosa.
Sin embargo, a pesar de los contratiempos, la velada fue muy animada: Se había organizado una charla sobre espeleología a cargo de Mario Gisbert, del Centro de Espeleología de Aragón, autor del libro Cuevas y Simas de la Provincia de Zaragoza. Catalogo subterráneo (2009) él cual es muy querido en la localidad puesto que la visita con frecuencia para continuar las exploraciones por las muelas calizas de esta Cara Oculta del Moncayo. Cual fue mi sorpresa cuando bajé al albergue con Dani y Antonio, dos amigos de Calcena, y lo encontramos lleno, entre los espeleólogos que habían acudido a la cita y un numeroso grupo de montañeros navarros, de Buñuel para mas señas, que venían de travesía desde Alcalá de Moncayo, el éxito de convocatoria fue rotundo.
Posteriormente, salimos a la plazuela de San Ramón, donde Vicente y José Luís ya habían encendido la Hoguera. La noche era fría y todos nos apretabamos junto al fuego, esperando que se hiciera el chorizo, la panceta y las patatas. Fue una noche de hermanamiento a la vieja usanza, vecinos y visitantes, conversando junto al calor de la lumbre en una noche invernal, recordando viejas anecdotas. Sirva de ejemplo cuando Jacinto contó, para sorpresa de los montañeros, que al "innacesible" Tolmo de la Cina (impresionante peñón calizo) había subido en tiempos una vieja a cortar las carrascas que crecían en su cumbre. Luego los efectos del licor de Baco, ese vino de Paco traído desde Ricla, provocaron la desinhibición general y el jolgorio llegó al máximo cuando Vicente empezó a tirar cohetes y prendió la traca.
A la mañana siguiente cada Mochuelo a su nido, yo al monte y los espeleologos al interior de la tierra. En mi caso, bajé a Calcena donde había quedado con Antonio y fuimos a San Cristóbal, descendiendo por primera vez el barranco de Valderromper, con su bonita senda, marcada como PR-8. Los de las cuevas por su parte, hicieron una actividad que llevábamos tiempo planeando: la visita a la Cueva de la Virgen de Constantín. Entrando por su tejado, visitaron la parte posterior del altar comprobando que todavía se prolonga 25 metros y realizaron las cartografías correspondientes. Lamentablemente, no encontraron restos arqueológicos en su superficie cubierta de guano de murciélago. Sin embargo, yo estoy seguro que estarán. Sin duda, la Cueva tuvo algún uso en el pasado prehistórico y se convertiría en un lugar con significación espiritual que la Iglesia sacralizaría en post de la cristianización de los ritos paganos. Exactamente igual que ocurre con la hoguera del solsticio de invierno, ahora en honor a Santa Lucia. ¡ Y que nos conserve la vista muchos años!