Los reyes magos trajeron al
Moncayo las tan necesarias lluvias y nieves tras esta inusual sequía invernal.
Un episodio con una cota de nieve
elevada pues en el momento de mayor frío apenas blanqueó la cumbre de La
Atalaya a más de 1.600 metros. Cuarenta litros que alivian en parte el déficit
hídrico que arrastramos este otoño-invierno y aunque Valcongosto sigue sin
llevar agua hasta la desembocadura, me alegró ver como el Barranco de Peña
Gorda había movido. El fagüeño del Oeste trajo temperaturas no muy bajas pero
un viento terriblemente huracanado que apenas nos dejó disfrutar del monte.
Sin embargo, las rachas no
impidieron que algunas de las obras que hay ahora mismo en la localidad
continuaran trabajando. Sigue habiendo muchas ruinas, pero alegra ver como
china chano se va retejando por aquí, enfoscando por allá o sacando la bonita
piedra de algunas fachadas que dan ese aire tan montano a la localidad. Los
andamios por las calles son señal de dinamismo, lo mismo que las “banderas de
humo” de las chamineras.
Conversaciones con cazadores
vascos que vuelven en busca de sus raíces calcenarias, abrazos con nuestro querido
ermitaño, reflexiones en torno a la mina de Borobia junto a los encargados del
campo de trabajo (a ver si les hacemos una entrevista en el blog para que
expliquen su proyecto), charradetas de vermú en el Albergue, visitas a nuestros
amigos de Calcena y sobre todo, lecturas junto a las flamas del hogar.
La mejora de la conexión a
Intener (¡Ya tenemos 3G por todo el pueblo!) me ha permitido combinar estar
informado del presente al mismo tiempo que desempolvaba las páginas del siglo
XVI. De este modo, al mismo tiempo que leía el Lazarillo de Tormes y poesías de Quevedo, me enteraba de la tonta
polémica desatada por la cabalgata de reyes en Madrid. Cualquier pretexto es
bueno para atacar a los ayuntamientos del cambio y si la mayor crítica que
encuentran a su gestión es por esta tontería, tiene que ser que Carmena lo está
haciendo muy bien.
Como historiadores, podríamos
argumentar que sobre el relato de los reyes magos (por cierto, advocación de
nuestra señora de la excolegiata de Calcena) existen más interrogantes que
certezas, pues la información de la Biblia es escasa y ambigua. Ni se dice su numero ni que fueran reyes. Es más, la palabra “mago” se
tendría que transcribir al presente como “sabio”. Si esta señora, tan beata ella, supiera algo
de iconografía cristiana, sabría que su representación es relativamente tardía
y que ha variado a lo largo del tiempo. Es curioso, que en la Edad Media no
causara ningún pudor ver representado en un relieve de la Iglesia de Santo Domingo
de Soria la escena del “sueño de los tres reyes” con Melchor, Gaspar y Baltasar
¡Durmiendo en la misma cama! ¿Se imaginan las reacciones que hubiera tenido tal
representación en el presente? A veces parece que vamos para atrás.
En fin, que no contenta con su
desatino, la Señora Álvarez de Toledo persistió en el error con una columna en
el diario el Mundo titulada “jamás, jamás, jamás”. La deslenguada pájara se
convirtió en mi musa y junto a los
textos literarios de la España Imperial me llevaron a dedicarle unas líneas a
vuela pluma junto al hogar:
Un buen ataque es la mejor
defensa, salvo si eres exdiputada del PP, Directiva de FAES y marquesa, pues tus aires de intelectualidad (“las redes
sociales son un vertedero, tumba de la inteligencia”) no esconden tu simple y llano clasismo
elitista, bajeza y temor a perder tus privilegios, recurriendo a la teoría de
la conspiración, como ya hicieran los ideólogos del franquismo bajo el fantasma
del complot masónico comunista.
Cuando piensas que la chanza por
tus palabras es una “operación revolucionaria (…) y nuestros chavistas ibéricos
cuentan con un ejército (…) guerracivilista y envidioso” haces gala, no ya de
tu contrastada ignorancia sino de tu más grave y seria paranoia: esquizofrenia
de palacio, demencia de Louis Voutton.
Responder con victimismo fingido
al choteo generalizado por tu patinazo intelectual al dar valor a algo que no
lo tiene (un traje de una cabalgata) mientras obviabas cosas verdaderamente
graves (como el saqueo de tu partido a España) no hace sino agrandar tu negra
leyenda.
Tu refinamiento te lleva a obviar
toda la hispana tradición plebeya de cachondearse de las merzuladas, a base de ripios burlescos:
Tienes
suerte, señora mía
De
no vivir en el Siglo de Oro
Pues
vuestro tan preciado honor de hidalguía
Hubiera
sido mancillado con maestría
Por
Quevedo y su pluma fina.
¡Voto
a Dios!
Que
serías musa e inspiración
De
sátiras miles
Que
despertaran el humor de los gentiles
Que
las idioteces de los Cortesanos
Ahora
y siempre
Han
sido muy del gusto popular.