No paro de pensar en en sus padres, Ángeles y Arsenio, que a su avanzada edad tuvieron que soportar el amargo trance de llorar a su hijo, consolados por Jesús, Teresa, el padre Francisco, Mari Carmen, Ana "del albergue", Aurelio, "los del Frasno", Plácido, Aurelio y demás vecinos que acudieron prestos a su casa a ayudar en la medida de lo posible a hacer más llevadero el dolor.
Estos días también me acuerdo de las conversaciones y vivencias que compartí con Mariano. Desde aquel reportaje que grabamos para la televisión en el collado de las Estacas, al viaje que hicimos a visitar los monumentos de Ágreda. De charradas en los avituallamientos de la Calcenada a las meriendas en las Jornadas micológicas. No había acto en el pueblo donde no estuviera Mariano. ¡Y pensar que hace un mes estábamos junto a la fuente cortando un pino para el Mayo de la plaza!
También pienso en las diferencias que teníamos. Cuando "discutiamos" por los escaladores o el turismo, yo siempre terminaba reconociendo dos cosas indiscutibles: El innegable amor que sentía por Purujosa y la imprescindible labor que hacía por su pueblo. En especial en estos últimos años ha sido como un ángel de la guarda purjosano, el águila que vigilaba el nido moncaino sobre el Isuela. Todos los que amamos esta tierra vamos a llorar su ausencia.
La vida sigue pero aunque pasen los años, tu recuerdo seguirá con nostros.
¡Que la tierra te sea leve!
¡Descansa en paz!
¡Hasta siempre Mariano!