Vivencias y pensamientos sobre la ruralidad y la vida en el campo desde Purujosa pueblo casi deshabitado a la sombra del Moncayo.

domingo, 22 de agosto de 2010

Fiestas en honor a San Ramón

Estamos a dos semanas del inicio de nuestras fiestas menores y ya tenemos el programa de fiesta: Jotas, discomoviles, vermut,meriendas, juegos, misas, etc. en unos días de hermanamiento entre vecinos y aquellos amigos que nos visiten en fechas tan señaladas. Estais tod@s invitad@s. Y aquí el programa para que lo ojeís.


martes, 10 de agosto de 2010

Calcenada 2010. Vuelta al Moncayo, GR 260.

Parafraseando a los inolvidables Ixo Rai: “Como todos los meses de agosto, al llegar la fiesta mayor” el Moncayo ve cientos de ciclistas y caminantes en su derredor. Este fin de semana se celebró la mítica Calcenada, el evento que consigue sumar voluntades y esfuerzos de todos los pueblos del Moncayo y que tiene su epicentro en la Villa de Calcena, en la cara oculta de la totémica montaña.

El miércoles, en el crepúsculo de la tarde, llegué a Calcena. Paré en el bar de Kike para darle a Antonio una cubierta de la bicicleta dado que de tanto entrenar había reventado las que tenía. Tras conversar un rato me subí a Purujosa, mi nido de águilas del Moncayo, donde iba a pasar unos días. Se notaba que la llegada del buen tiempo condiciona el incremento de la población. Casi se hace extraño ir saludando a tantos conocidos y amigos tomando la fresca en la calle. Yo por mi parte extrañaba las noches de lectura en soledad junto al hogar o el pasear bajo ese firmamento estrellado, surcado por la vía Láctea, del que nos privan las luces de la gran ciudad. Son esos pequeños detalles, como el encuentro con las paniquesas que huyeron asustadas por los focos de mi coche, los que hacen tan mágicos estos días en la montaña para los que vivimos cotidianamente en la metrópoli.

Tras un jueves de relax, el viernes tocaba madrugar. O mejor dicho, un malentendido me hizo madrugar. Antonio me dijo que habíamos quedado en el albergue de Calcena a las 7:30 de la mañana para preparar parte de la Calcenada. Así que me vi la serie de Los Tudor y me acosté. Cuando me levanté, encendí el móvil y recibí el siguiente mensaje: “Perdona tío, me equivoqué, al final hemos quedado a las 9”. Como enfadarse no sirve de nada, aproveché para entrenar. Además, a esas horas Arsenio y Toribio ya estaban paseando por el río. El frío del alba calaba mis huesos cuando regresé a casa tras 9 Km. de trote por la carretera. ¡Qué distinto se ve el paisaje frente a las prisas de los vehículos! Ya en Calcena mientras unos cargábamos las camionetas de material para los distintos avituallamientos, decenas de mujeres se afanaban en preparar los bocadillos. Después del almuerzo y de ponernos la camiseta azul de voluntarios, hinchamos los arcos de la DGA y Trangoworld, mientras Mariano iba y venía para que todo saliese bien. A la hora de comer me subí a Purujosa unas banderolas de Trangoworld que puse en la carretera y en el puente del río mientras Mariano y Jacinto preparaban en el merendero una pancarta reivindicativa que iba a presidir el avituallamiento de Purujosa.

El pistoletazo de salida de la Calcenada se produjo a las 6 de la tarde para los casi 200 caminantes que se atrevieron a afrontar los 104 Km. a pie. A esa hora el merendero de Purujosa estaba lleno de vecinos que querían aplaudir el paso de los valientes. Tal fue la afluencia de público que los voluntarios casi no tuvimos trabajo dado que todos echaron una mano en servir Aquarius o en dar muestras de afecto ante la dura subida que les tocaba afrontar en los siguientes kilómetros.

El sábado era el turno para los 500 ciclistas. Mariano cogió el coche oficial de Purujosa y subimos hasta el puesto de avituallamiento del Collado del Tablado. Nuevamente clavamos las pancartas reivindicativas y empezamos a cortar plátanos y naranjas. El paso de los primeros ciclistas fue fugaz, veloz, cual puerto pirenaico del Tour. Antonio pasó en 7ª posición. A nuestros gritos de ánimo respondió con un pulgar levantado, iba bien, sabía que terminaría cogiendo a la cabeza de carrera. Lo que no sabía en ese momento es que dos pinchazos consecutivos le iban a privar de mejorar su tiempo personal en la prueba.


Lamentablemente, a escasos minutos de nuestro avituallamiento se produjo un accidente que afectó a un corredor de la Almozara. La ambulancia llegó con presteza para atender al herido que sufrió diversos traumatismos. Posteriormente llegó la caravana multicolor. Me acerqué a uno de los tramos con más pendiente para filmar el calvario y la agonía de este duro deporte. Muchos tenían que echar pie al suelo. Por suerte, escasos metros después la pista llaneaba y enseguida se alcanzaba el collado donde los ciclistas se agolpaban en torno a la mesa donde estaban los refrigerios. Fue un espectáculo digno de ver.

Ya por la tarde vinieron mis amigos de Lumpiaque, grandes aficionados a las fiestas de Calcena, dado que siempre nos han tratado muy bien. Cambié el look de colaborador por el look fiestero para bajar a Calcena. Antonio nos estaba esperando para subir a la plaza Alta, donde ya se oía la charanga y se adivinaba el olor de la sangría. La noche calcenaria dio para mucho, pero esa ya, es otra Calcenada.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Reportaje despoblación: Tierras de Trapalanda

Hace años, en una noche de invierno al calor del hogar de Purujosa, leí el relato de la tradición oral casi olvidada que supone el fantástico libro de Enrique Satué El Pirineo contado (1995). En sus paginas aprendí este romance de un pueblo de la Guarguera: “Artosilla grande villa, cinco casas, tres caídas, y dos que quedan reñidas”.

Esta copla nos remite a la antigüedad del proceso de despoblación en esa aislada región prepirenaica. Proceso común a muchas regiones de montaña, como el alto Isuela. No hace falta sino pasear por las calles de Purujosa donde las casas rehabilitadas compiten con ruinas, ventanas que se voltean en la noche y tejados vencidos tras soportar muchas nevadas. Sin embargo, en aquellas montañas, la despoblación alcanzó unas dimensiones tales que llevó al abandono de todo el valle del río Guarga.

No obstante, la región pasó de ser pionera en la despoblación a ser, años después, una pionera en los procesos de repoblación con neorrurales descontentos con el modelo de vida de la gran ciudad. Este proceso de reocupación rural de la Guarguera es el que se narra en el reportaje de Crónicas de la 2: Tierras de Trapalanda. Quien les iba a decir a esos ancianos que veían a Artosilla un futuro tan negro que todavía iban a quedar casas en pie con chimeneas exhalando humo, que no es sino signo de vida en su interior.
El reportaje nos muestra las opciones que existen de reconvertir regiones desfavorecidas de montaña, despobladas y carentes de servicios, en un lugar para vivir. También se muestran los problemas a los que se enfrentan los que deciden establecer allí su residencia, que, evidentemente, son numerosos. De hecho, muchos que lo intentan terminan abandonando el proyecto de vida en el campo. Personalmente, el reportaje me agradó mucho. Generalmente esta temática se aborda desde la sugerente óptica del abandono y de la magia que transmiten los pueblos abandonados. Aquí tenemos la otra cara de la moneda, pueblos que son recuperados por personas que decidieron establecer allí su hogar dado que entendían que la montaña les daba una mayor calidad de vida.

El reportaje se puede ver aquí: Crónicas de la 2: Tierras de Trapalanda.