Estos días de frío y nevadas, cuando tenemos que tirar de moquero, suelo prepararme un buen tazón de leche con miel que alivie las toses. Esta mañana, preparando el desayuno, me fijaba en esa etiqueta que nos traslada hasta el Moncayo. Miel de Purujosa. Allí reconozco esa casa con su solanar en lo alto del pueblo. Pues aunque Juan Francisco y su familia, como tantos otros, dejó Purujosa para residir en San Lorenzo de Flumen, como bien leemos en la etiqueta, no dejaron atrás el Moncayo y con las flores de sus laderas siguen preparando ese rico manjar. Aunque mis pies estén en la ribera, los sabores que paladeo vienen desde las flores del Isuela.
Mientras me preparo para ir a trabajar recuerdo las conversaciones que tenía con Juan Francisco sobre el tiempo y como afecta a la floración, sobre la abeja asiática y sobre tantas cuestiones que la gente que trabaja en el campo conoce tan bien. Puesto que si los pastores han dado forma a estas sierras, también los apicultores, con sus abejas, dan vida a la naturaleza de estos barrancos.
Ahora que Juan Francisco está enfermo, mandamos un fuerte abrazo a él y su familia y nos despedimos recordando aquellas jornadas que compartimos, como el día de la trilla donde nos enseño a segar con dalla.
¡Ánimo!