Efectivamente, nos encontramos en medio de la carretera. Él subía con la bicicleta. Nosotros, tuvimos que dejar el coche junto al río. El acceso rodado al caserío de Purujosa resultaba una utopía a pesar de que ya estaba regalando la nieve. Algunos cazadores se volvían de Beratón. Aunque el día anterior había pasado la quitanieves, por la noche había vuelto a nevar y otros 3 centímetros de nieve fresca cubrían la carretera.
A pesar de las inclemencias climáticas, junto al merendero de Purujosa había animación. Unos excursionistas que venían de la Cueva Hermosa preparaban las mochilas para pasear hacia el Tablao mientras los forestales llegaban para vigilar a los cazadores. Mariano comentaba que habían caído casi 30 mm. en su pluviómetro. ¡Normal que hubiera tanta nieve! Yo por mi parte ascendía por el pueblo, fotografiando sus nevados rincones, con la mochila en los hombros, raquetas, crampones y piolet en la espalda, preparado para subir a la sierra, donde los pinos cubiertos de nieve presagiaban unos buenos espesores para raquetear.
Subí por Cuartún y cuando el barranco se abre giré a la izquierda por la pista que nos lleva al collado de Barrevinosos. Todavía no me había puesto las raquetas y me costó abrir huella. La nieve parecía espuma. El monte era un manto homogéneo de 20 cm. de nieve polvo en donde te hundías hasta las pantorrillas. En el collado, al calor de un tímido sol que hacía regalar la nieve de las copas de los pinos, me calcé las raquetas y ascendí directo por la fuerte pendiente que se dirige al refugio de Cerrogordo. A ratos se veía la Muela del Col y a ratos se escondía detrás de juguetonas neblinas. De pronto se puso a nevar. Tan solo fue un ventuscazo de las nubes que chocaban con las sierras.
Alcancé el refugio y aproveché para almorzar mientras ojeaba el nuevo mapa del Parque Natural que han puesto en una pared. Las vistas que se abrían desde el porche del refugio eran sobrecogedoras. Escudriñé con los prismáticos un corredor helado que se abre en la parte derecha de la Muela el Col. Verdaderamente, tiene un aspecto absolutamente desafiante, un hilo de nieve que rasga la pared. Me hubiera gustado acercarme a su base para observarlo en toda su longitud asegurarme de que es practicable, aunque sea para gente más puesta que yo. Lamentablemente, el reloj me indicaba que había que volver.
Descendí de nuevo al collado de Barrevinosos donde una bandada de más de veinte perdices alzaron el vuelo espantadas. Continué por la pista absolutamente cubierta de blanco hasta debajo del Tolmo donde tomé el sendero que desciende de manera decidida hasta el fondo del barranco de la Virgen. El sonido del riachuelo me guió hasta un poco más abajo del Boquero de Peñacerrada. Después, tan solo el crujir de la nieve acompañó mis pasos hasta el caserío de Purujosa, colgado en su acantilado.
Por la tarde, Antonio me pasó a buscar desde Calcena y nos bajamos a Illueca, quedamos con Bea y fuimos a ver el fútbol. Con la victoria Zaragocista nos animamos y recalamos en el local de nuestro amigo Arturo para enredar un poco en el rocódromo. Sin embargo, nos volvimos pronto a nuestros nidos de águilas porque teníamos un objetivo para el domingo: probar la ascensión al Moncayo.
Pero no pudo ser. Amaneció nevando débilmente en Purujosa y decidimos quedarnos en casa. A las dos de la tarde, cargamos el coche para volver a la civilización y de nuevo se puso a nevar. La montaña nos decía adiós entre copos de nieve. Hasta la próxima amiga.
Más fotos de Purujosa nevado en el álbum: CASERÍO DE PURUJOSA 29/01/2011.
Más fotos de la excursión en el álbum: REFUGIO CERROGORDO 29/01/2011.