En el
mes de marzo se celebra el Día del árbol. Aunque la ONU reconoce el día 21 de
marzo como día internacional de los bosques, lo cierto es que la fecha de su
celebración varía según las localidades.
En todo
caso, con motivo de tal efeméride, volvimos a ascender por el barranco de los
Rincones hasta su cabecera, el barranco Somero, y ver los testigos arbóreos de
aquel incendio de los años 90 que arrasó esta cara oculta del Moncayo (ver aquí). Sin
duda, en tiempos pretéritos, este barranco estaría poblado de un bosque mixto
de carrascas y quejigos, acompañados de arces, guillomos, etc. Tras el incendio
solo pequeños arbustos sobreviven en las duras muelas calizas. Sin embargo, en
el fondo del barranco, donde la profundidad del suelo es mayor, de las viejas raíces
que sobrevivieron a las llamas bajo la tierra, rebrotan nuevos ejemplares que
con el paso de los años irán forjando un nuevo bosque.
Los
humanos, al igual que somos capaces de calcinar nuestro territorio, también
somos capaces de ayudar a la madre naturaleza en su regeneración. Todos podemos
contribuir dispersando semillas o teniendo nuestro propio plantero. De hecho,
una de las cosas que mas me emociona en mis salidas al campo, es reconocer
pequeños arbolillos que un día germinaron en mis manos, futuros arboles que nacieron
de una semilla que recogí del bosque y planté en mi pequeño vivero. Hace años
que no planto arboles, pero este otoño, mientras vaya con mi cesta en busca de
setas, retomaré esa sana costumbre de coger unas cuantas bellotas.
Comparto
con todos un interesante blog de otro enamorado de los bosques: