Este ha sido uno de los fines de semana más activos en la Cara oculta del Moncayo. Por fin parece que ha llegado el verano en cuanto a población se refiere: Se veían muchas puertas abiertas, señal de vida en los pueblos.
El viernes bajé a Calcena a echar una mano en los últimos preparativos para la Calcenada. Junto a Emiliano, Antonio y Montero cargamos una camioneta y nos fuimos a descargar en dos puestos de avituallamiento. Ello me permitió recorrer el bonito camino que parte de Trasobares, bordea el monte de La Tonda y llega a Talamantes. De este modo descubrí la localidad situada en la confluencia de los Barranco de Valdetreviño y Valdeherrera, en un paraje de gran belleza.
Por la tarde montamos el puesto de avituallamiento en el merendero de Purujosa, donde la expectación era máxima ante el paso de los andarines y los corredores. Todas las mesas estaban ocupadas por los vecinos que disfrutaban del espectáculo y echaban una mano. Mariano y Pedro se afanaban en servir Aquarius, mientras Paola y yo recordábamos anécdotas que nos han sucedido en las distintas calcenadas que hemos compartido. Luego vino mi amigo Tobajas, que desde hace años no se pierde estos días de fiesta por Calcena. No obstante, este día no trasnochamos porque el sábado tocaba madrugar.
A las 7:30 ya estaba Mariano frente al albergue. Nos tomamos un cortado y subimos al Collado del Tablao viendo el vuelo de un solitario alimoche. Poco después vino su primo Antonio con la chiquillería que logró hacernos sonreír a pesar del frío que hacía allí arriba a causa del viento. Nos acercamos a ver el nuevo abrevadero que se ha convertido en la “piscina” que usan los buitres de la región. Los primeros ciclistas pasaron a los 45 minutos de dar inicio la prueba. Nuestro amigo Antonio, el
Escartín del Isuela, pasó en el grupo de 5 escapados que comandaban la prueba en ese momento. Tras ovacionarlo y darle un botellín seguimos cortando plátanos y naranjas para cuando llegara el pelotón, que esos si paran en el avituallamiento.
A las 12 bajamos a Calcena para ver la llegada de los primeros ciclistas. Teníamos la esperanza de que Antonio llegara el primero pero no pudo ser. El primer clasificado marcó un estratosférico tiempo de 4 horas 25 minutos. Antonio cerró el top ten al llegar decimo con un tiempo de 4 horas 51 minutos, mejorando en 5 minutos su mejor marca personal en la prueba. Enhorabuena amigo.
Cuando regresamos a Purujosa vi en la cuneta un animal muerto. Paré y observé que era un tejón o tafugo como decimos aquí. Se me erizó la piel porque en ese mismo punto me había encontrado muchas veces un tafugo al que ya casi consideraba de la familia. Me conocía hasta sus torpes andares. En verdad que no me pareció el mismo ejemplar, el cadáver era muy delgado mientras que “mi amigo” era muy gordo. Me penaría mucho que haya tenido un final tan triste. Ojala le vuelva a deslumbrar pronto los focos del coche, será señal de que aun sigue recorriendo la cara oculta del Moncayo.
Por la tarde nuestros pasos se dirigieron valle arriba, a Beratón. Allí conmemoraban la efeméride del famoso robo del bandolero conocido como
el Tío Chupina, en 1872. La asociación cultural Cruz de Canto había invitado a los pueblos que ayudaron a los vecinos de Beratón en esa jornada: Borobia, La Cueva y Purujosa. Tras echar unas partidas de pin-pon llegó el acto institucional donde Mariano salió en nombre de los Purjosanos a recibir una placa conmemorativa, tras lo cual disfrutamos de un aperitivo y vino de honor.
El día había sido intenso pero la noche no lo iba a ser menos. Nos esperaban las fiestas de Calcena, con su ronda de peñas, discomóvil y demás. El hecho de que llegáramos a Purujosa a las 9 de la mañana es muestra suficiente de lo bien que lo pasamos. Ahora toca descansar.