El sábado cuando llegué a Calcena hacia horas que los voluntariosos calcenarios estaban cargando camionetas para los avituallamientos. Mientras, decenas de mujeres se afanaban en preparan los bocadillos de jamón con tomate. Quedaban menos de 24 horas para que diera inicio la Calcenada de primavera 2011, había que tener todo listo y preparado. Como siempre, encomiable la dedicación que ponen esta gente para que su prueba salga perfecta. Es el resultado de meses de preparación y dedicación ¡Chapó por ellos!
Al mismo tiempo, en Purujosa se preparaba una parrillada en el merendero del río. Mariano el alcalde había invitado a los joteros de fiestas, junto a los vecinos que quisimos acudir. La que no estaba invitada fue la tormenta que nos obligó a guarecernos en el porche de los asadores. Sin embargo, no pudo aguar el buen ambiente y armonía de la jornada.
Por la tarde volví a Calcena, a las 6 había un práctico curso de primeros auxilios que ojala nunca tengamos que aplicar en ningún avituallamiento. Luego vino mi amigo Toñín, que esa noche dormía en mi casa de Purujosa porque al día siguiente iba a participar en la Calcenada. Acudimos juntos a la Cena del voluntariado, donde nuevamente fui agraciado con uno de los regalos del sorteo: un termo. Allí regalé a Fernando uno de nuestros libros sobre la Historia de Purujosa para que lo guarden en la biblioteca de las escuelas. Especialmente emotiva fue la conexión telefónica con Antonio, que acababa de terminar la Titan Desert, con la voz quebrada de su padre y la ovación cerrada de los asistentes.
Al día siguiente el despertador sonó a las 6:15 de la mañana, justo cuando el día empezaba a clarear detrás del Raso. Llegué a Calcena, me puse el chaleco reflectante y junto a Mabel, Aurea, Aitor y compañía empezamos a dirigir el tráfico en el aparcamiento de la prueba. Parece una cuestión baladí pero cientos de coches al mismo tiempo en un prado pueden armar un atasco de consideración. Después fuimos a desayunar el chocolate viendo como los últimos participantes tomaban la salida y allí nos juntamos los miembros del avituallamiento de Valdeplata: Paola de Brea, Fran y Mireia (una joven pareja muy simpática que se han comprado una casica en Calcena), mi amigo Fernando de Oseja y yo.
Lo cierto es que nuestro avituallamiento me encanta. De todos es sabida mi predilección por este barranco de Valdeplata, una de las joyas del Moncayo. Lo primero que hicimos fue preparar un puente calzando dos pequeños chopos para salvar el escaso caudal del barranco. En la prueba participan varias personas con discapacidad visual y cuanto más facilidades les pongamos mejor.
También montamos una represa donde enfriar las bebidas, colocamos la bandera de Aragón, la mítica pancarta de “Purujosa: Mina no, vida si” en clara alusión al proyecto minero de Borobia y Fran cruzó su furgoneta para protegernos del frío viento que se embocaba barranco abajo. En ese momento le dimos al “play” y la voz de Labordeta resonó por los carrascales del Moncayo. ¡Que no se diga que no somos un avituallamiento marchoso!
Como siempre, lo que más agrada es encontrarse con amigos y conocidos, gente de Borja, Chorí que estaba grabando la prueba o Felix Ramos, con el que coincidí en el albergue de Purujosa, una vez terminada la prueba. Precisamente, tras desmontar el chiringuito fuimos a Calcena, donde nos esperaba Toñín que ya había acabado. Recogimos la camiseta de este año y subimos al bar de Kike a echar una cerveza fría con Santiago, antes de irnos a comer la fidegua en la Carpa. Acababa así nuestra Calcenada de primavera, con nuevos y viejos amigos unidos por un avituallamiento. Salud.
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