Fin de
semana de frío. No deja de sorprenderme la relación existente entre
precipitación en forma de nieve y caudal del río Isuela. Sin ser unas nevadas
de consideración, con un aporte pluviométrico moderado, la corriente ha revivido,
dejando atrás el estiaje. La ventisca que se cernía en las cumbres y el escaso
espesor acumulado nos hizo cambiar de planes y dejar la ascensión a la cima
para otra ocasión. El invierno es largo. Debatimos por la mañana en el albergue
de Purujosa y por la tarde en el de Calcena. Entre conversaciones sobre cabras,
muladares de buitres, proyectos, ideas e iniciativas, decidimos subir a Beratón
por el barranco de los Moros, siguiendo el viejo camino, la senda olvidada.

Antonio
me esperaba en el río. Con el coche remontamos el valle durante 4 Km hasta una
curva de 180º a derecha. Justo en ese punto, donde aparcamos el coche, el viejo
camino a Beratón se desvía de la carretera. Allí, a 1.150 msnm. Comenzaba la
nieve. Cruzamos el viejo puente medieval y buscamos a la izquierda, el antiguo
camino que remonta el barranco de los moros. Un viento helador nos recibió en
Beratón, el pueblo más alto de Soria hacía honor a su gélida fama: La carretera
estaba congelada por una capa de dos dedos de hielo.

Tomamos
el camino del cementerio y al llegar al cercano collado que da vistas a la
cabecera del Isuela nos adentramos en el camino viejo de Aragón. Antonio
comentaba las posibilidades ciclables de esta senda por su horizontalidad y
buen firme. Disfrutábamos de las vistas sobre el valle, de los rebollos
cubiertos de nieve. Le conté la historia de la cruz de las Heladas,
denominación de un paraje donde la ventisca sorprendió a dos mujeres, una de
ellas embarazada. Al día siguiente solo el macho llegó a Beratón. En el lugar
donde murieron las infortunadas hay una cruz que las recuerda. O eso me han
contado, porque nunca he encontrado la piedra grabada.
Cuando
llegamos al Hoyuelo, la ventisca se cernía en las alturas. Las nubes descendieron
sobre la pradera innivada y en nuestro ascenso a la cima del Alto de los
Almudejos la perdimos la visibilidad más allá de los pinos más próximos.
Copeaba
cuando bajamos al collado de los Almudejos. Llevábamos un buen ritmo y
decidimos acercarnos al cercano Hoyo de Morana, las praderas donde nace el
Huecha. Almorzamos como pudimos. El frío nos hacía tiritar y el vino no
templaba nuestros cuerpos.
Descendimos
por el camino a Beratón. Ya había salido el sol y estaba regalando la nieve. Unos
turistas jugaban con los niños a los trineos. Conversamos con José Luís
mientras acariciábamos a sus perros labradores, los padres de Dora, la guardiana
del refugio de Purujosa. Así terminaba una bonita jornada montañera invernal . La
primera de la temporada pero una más de las expediciones del binomio Antonio- Ramiro, Purujosa-Calcena, punta de
lanza del equipo de Jóvenes deportistas de la Cara Oculta del Moncayo.