Cuando
llegamos al albergue las mesas ya estaban llenas. Forros polares, botas de
montaña y mochilas nos indicaban que los allí congregados habían acudido a la
cita con la montaña, a la llamada de Rocío y Pilar, esas encantadoras del
Moncayo, que han puesto en marcha esta fantástica a propuesta de reunirnos una
vez al mes en torno al Moncayo para caminar. Para conocer sus distintas
vertientes, sus diferentes rincones. Y esta vez tocaba la Cara Oculta.
Curiosamente,
al mismo tiempo, miembros del club de
montaña Pirineos recorrían Valdeplata junto a los amigos del albergue de
Calcena (ver aquí) y el Centro de Espeleología de Aragón realizaba prácticas en
las Peñas del Cabo (ver aquí). Un fin de semana repleto de actividades
montañeras en el Alto Isuela.
En la
plazuela de San Ramón nos hicimos la foto de grupo. Más de 40 andarines venidos
de todas las vertientes del Moncayo, como Pepe de Beratón, que nos fue contando
anécdotas de sus ascensión al Aconcagua o su expedición al Cho Oyu. Hasta niños
bien pequeños, subidos en las mochilas portabebés de sus papás disfrutaron de
los rincones de la ruta. Muchos se sorprendieron de la inmensa sala de la Cueva
de Cuartún, acondicionada para guardar los ganados que pastaban el Moncayo en
tiempos pasados.
Tras
señalar el Tolmo de la Cina y explicar que en un documento de 1188 descubrimos
que en su cima hubo un castillo vigía comenzamos el descenso de Valcongosto. Al
comienzo hubo algún capuzón. Muchos admiraban por primera vez esas esbeltas
paredes calizas que cada vez se aproximaban más. La sequía se notaba y en la
parte más estrecha no corría agua pero el lugar sigue siendo igualmente
sobrecogedor.
Acabamos
la actividad con una visita a la ermita Rupestre de la Virgen de Constantín. El
padre Francisco nos abrió sus puertas y explicamos sucintamente su origen
histórico, leyendas y tradiciones.
La
sensación general fue de satisfacción. Muchos no conocían esta vertiente del
Moncayo, tan distinta de la Cara Norte. Frente a los húmedos bosques, las duras
muelas calizas. Sin embargo, todos ellos admiraron las bellezas naturales que
se forman entre estos profundos barrancos, paraíso de las aves rupestres, el
nido de águilas.
Tenéis una excelente crónica con otras
fotografías en el blog de Encanto del Moncayo.