Lo reconozco: No he tenido suerte cuando he puesto lavandas en tiestos. Por eso, cuando el pasado fin de semana subí al Cabezo de Purujosa a hacer fotografías de las maravillosas vistas del caserío desde ese mirador, no dejaba de maravillarme de la proliferación de espliegos (lavandula latifolia) en ese inhóspito lapiaz de caliza donde apenas hay tierra.
Miles de matas de espliego en flor daban color al vuelo de una bandada de perdices. Algo tiene ese Cabezo pues hace años ya nos sorprendió encontrando en tal paraje un enorme y solitario champiñón, alejado de los prados donde crecían sus hermanos.
Fotografía de David Lamana |
De todas formas, cuando pienso en lavandas o en espliegos, no puedo dejar de acordarme de nuestros amigos David y Pilar de Talamantes, con su campo de lavandas con las Peñas de Herrera como telón de fondo. Una de las instantáneas más bonitas que podemos encontrar en esta gran montaña que es el Moncayo.