El viernes apedreó en Zaragoza. La inmensa supercelula causante de las
tormentas que recorrieron el valle del Ebro se veía así de espectacular desde
el avituallamiento de las parideras del Prado de Purujosa.
La tarde era soledad y agradable cuando los jinetes,
andarines y corredores (ya entrada la noche) iniciaron la subida camino de
Borobia. Sin embargo, en unas horas, los truenos se apoderaron de la noche. Por
fortuna, el diluvio apenas duro 15 minutos pero sin duda, se hicieron eternos
para los participantes en la
Calcenada.
Mientras, en Purujosa comenzó a las 11 el monólogo de “José
el Niño”, organizado por la
Comarca del Aranda dentro del programa Noches de Verano. En
este mes donde los niños vuelven a jugar por las calles del pueblo y los
abuelos recuerdan sus raices, fue una bonita ocasión para que chicos y mayores
que estaban por Purujosa se juntaran para reír en comunidad.
A las 7 de la mañana subimos a montar el avituallamiento del
Collado del Tablado. Con sus casi 1.400 metros , el
puerto entre Castilla y Aragón nos recibió con frío y niebla. No parecía
verano. Tal vez fuera por eso pero en esta ocasión la serpiente multicolor de
los ciclistas no fue tan alargada como en otra ocasiones.
Los ciclistas tampoco se entretuvieron mucho en el
avituallamiento pues se quedaban fríos. No obstante, algún veterano de las dos
ruedas, curtido en muchas cunetas, sabía encontrar el remedio para entrar en
calor a base de una bebida isotónica de la tierra.
Mientras los ciclistas iban surgiendo del fondo del valle
entre nieblas, el día fue mejorando. De hecho, cuando pasó el coche escoba y
almorzamos, pudimos disfrutar hasta del sol, aunque sin quitarnos los polares. Este
año subió Kike de Calcena y se sumó Andrés de Tarazona, quien da fe del espectáculo
que supone ver el pelotón ciclista de la Calcenada atravesar el Collado del Tablado. Desde
aquí agradecemos que nos haya cedido algunas de las fotos que acompañan la crónica.
Después del almuerzo bajamos a Calcena. Según los promedios
de otros años, en unas 4 horas y media llegarían los primeros ciclistas a la
meta. ¿Conseguiría de nuevo Antonio, el hijo pródigo de Calcena, el Escartín del
Isuela, surcar la línea de meta de “su prueba” en primera posición? No solo
eso, sino que se repitió la escena del año anterior. Porque aunque Antonio sacó
unos metros de distancia para saludar a sus familiares y amigos, esperó para
entrar nuevamente de la mano junto a su compañero del 2013. Los dos primeros peldaños
del podium repetían nombre.
Luego comenzaron las fiestas de Calcena, con la
tradicional sangria en la plaza alta. Pero esa ya, es otra historia.