En el Moncayo las olas de frío son doblemente severas. A las bajas temperaturas hay que sumar el efecto del viento que desploma las sensaciones térmicas. Además, el Cierzo desatado que desciende del Moncayo alcanza una fuerza tal que también puede llegar a desplomar los grandes aerogeneradores de la Sierra del Tablado. Lo que no pudo Don Quijote cuando cargó contra los molinos. No hay gigantes que se resistan al gélido aire del Moncayo. Una imagen que demuestra la capacidad destructiva del viento huracanado.
Y si la fuerza del viento se observa en escala geológica, somos conscientes de su capacidad erosiva, que se refleja en los arcos que se forman en los resaltes calizos de los barrancos de Purujosa. Este en concreto está escondido a la mirada de los turistas, perdido en el barranco de los Ladrones, donde no llegan sendas, donde hace tiempo que se cobijaron los últimos pastores.
Observando el molino vencido, la dura roca oradada, no podemos sino pensar lo minúsculos que somos ante la fuerza de la naturaleza y el paso del tiempo.
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