Ayer domingo, el Heraldo de Aragón abría su primera pagina con el siguiente titular: Aragón ha perdido 25 núcleos habitados en los últimos 12 años. La despoblación es uno de los problemas más acuciantes de esta tierra aragonesa, esa tierra de arcillas y romeros como cantara Joaquín Carbonell. Cuando salen noticias como estas a los políticos se les llena la boca con buenas palabras, con futuribles proyectos, pero todos sabemos que el infierno está empedrado de buenas intenciones.
La noticia utilizaba como fuente la fría y estadística información del INE. Ello conlleva que algunas poblaciones hayan quedado sin empadronados pero que continúen vivas de facto, citándose a modo de ejemplo el caso de El pueyo de Morcat, cerca de Boltaña. Sin embargo, todavía es más frecuente que muchas localidades tengan más empadronados que habitantes – residentes habituales. El caso de Purujosa es paradigmático, en torno a 50 empadronados pero tan solo 5 vecinos permanentes. Así es la dura realidad de nuestros pueblos, más allá de estadísticas y padrones.
No obstante, la noticia dejaba un resquicio a la esperanza recogiendo el caso del pueblo de Lacasta, cerca de Luna, donde el abandono total ha dado paso a la recuperación. Y no gracias precisamente a la DGA, que está más pendiente de invertir en Benasque, el pueblo con mayor tasa de crecimiento de Aragón. Los políticos siguen más pendientes de especular con el rentable negocio de la nieve mientras el resto de los pueblos de Aragón sucumben en el olvido. Curiosa noción de ordenación territorial.
La salvación de este pueblo vino de la mano de la ilusión de personas que buscaron un nuevo lugar, más cercano a la naturaleza, donde reiniciar su proyecto su vida. Eso que se ha dado en denominar neorrurales y que todavía es una noción marginal en Aragón, tierra de neourbanitas, de nuevos zaragozanos donde todos nuestros padres aun nacieron en las camas de sus casas del pueblo, al igual que lo habían hecho sus padres y los padres de sus padres. En Aragón todavía se mira con admiración a la ciudad, a Zaragoza, todo el mundo quiere tener un piso en Zaragoza, todo el mundo quiere salir del pueblo, sinónimo de retraso, incluso de marginalidad. Tendrá que pasar todavía una generación para que cambien las tornas, que la balanza se reequilibre y apreciemos todas las cosas que ganamos pero también que perdimos en nuestro exilio a orillas del padre Ebro.
Por eso mismo en Lacasta, los que quitaron las zarzas de las calles, los que arrejuntaron los muros de las casas y retejaron tejados tienen orígenes tan dispares como Barcelona, Senegal, Brasil o Bélgica. Tantas diferencias pero una cosa en común: El amor por una nueva tierra, que ahora será su tierra. Según se explica en la noticia, ahora tienen la intención de iniciar un proyecto con una veintena de burros para organizar excursiones por el monte. Esperemos que les vaya bien y que en Lacasta nunca más se pueda cantar aquellos versos de Labordeta que decían;
Al aire van los recuerdos
y a los ríos las nostalgias.
A los barrancos hirientes
Van las piedras de tus casas.
La noticia se puede consultar clicando en el siguiente enlace:
Noticia Heraldo Despoblación
También apareció recogida en el diario ABC, con una información más completa:
Noticia ABC Despoblación
Hace 16 horas
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