Resulta terriblemente paradójico que en el mundo rural
exista una problemática tan acuciante de acceso a la vivienda. Es desgarrador
pasear entre casas hundidas observando tanta ruina y persianas bajadas, al
tiempo que el precio especulativo del suelo hace que sea prohibitivo adquirir
una vivienda, elemento esencial para la vida. Si a ello sumamos la casi
inexistente oferta de vivienda en alquiler, tenemos uno de los problemas
elementales de las zonas rurales.
Otra paradoja rural es la enorme extensión de yermos. Muchos
habitantes de los pueblos querrían cultivar pero no pueden, no son
propietarios. Existe tierra pero el acceso de nuevo está condicionado por la
propiedad de los campos (abandonados), muchos de ellos en manos de
descendientes emigrados en la ciudad despreocupados por sus heredades en el
pueblo. Eso en el mejor de los casos, en otros muchos, ya es imposible rastrear
la propiedad de los campos perdidos entre la maleza. Es por eso que desde cualquier ayuntamiento rural debería
ser prioritario una doble política social: vivienda social y tierra comunal.
Por eso resultaba sangrante el fracaso de Repoblar Vilariño,
donde la asociación vecinal fomentó una política social de vivienda y tierra,
logrando un incrementó de más de 20 niños
que frenaron el inminente cierre de la escuela. Sin embargo, el alcalde
(cacique) del PP, ahora imputado, no debe entender el grave problema de su
pueblo (en 1950 tenía 2.300 vecinos y hoy 580) y afirma sin que se le caiga la
cara de vergüenza: “esta gente no genera riqueza (…) vienen a que les demos
algo, no a dar ellos, no queremos mendigos sino inversores”. Señor alcalde,
esos nuevos vecinos invierten algo más importante que el dinero, su vida, pues
deciden ir a vivir (y con ello dar vida) a su pueblo.
Y es entonces cuando me acuerdo del caso de Benasque. Uno de
los pueblos más ricos de España, uno de los pueblos con más crecimiento
demográfico de Aragón. Donde si llegan inversores y empresarios. Donde como en
toda zona turístca ha llegado el pelotazo y la especulación urbanística y por
tanto el precio del suelo es prohibitivo pero donde existe una buena oferta
privada de alojamiento y en donde el ayuntamiento si realiza su labor pública
de suministrar recursos a sus vecinos. Es por eso que el ayuntamiento de Benasque tiene un proyecto de huertos sociales.
La idea partió el año pasado cuando el ayuntamiento habilitó
una zona para huertos sociales a disposición de sus vecinos. El éxito de la
iniciativa (por la que se interesaron quince personas de diferentes edades) ha
llevado a repetir el reparto de las parcelas de 120 metros cuadrados y a
ampliar el proyecto. El alcalde recordaba como la iniciativa supone una alternativa de ocio, recuperando de paso una de las labores tradicionales de la zona que había caído en desuso. Es por eso que el interés no era lucrativo sino
social, de hay que se abonen simbólicamente 10€ por el uso (que no la
propiedad) de cuatro años prorrogables. ¿Su obligación? Estar empadronado y
residir en la localidad.
En definitiva, un problema rural (la falta de tierra) y dos
maneras de afrontarlo: Con egoísmo e individualismo, negando el acceso a la
tierra (y olvidando la larga tradición de comunales municipales en la historia
de España) y otra solidaria y responsable con sus vecinos y con la labor social
que debe tener un Ayuntamiento para facilitar la vida en su municipio.
Y sino pensemos en la letra de esta triste y popular jota:
En los pueblos hay ancianos
mirando la tierra yerma
no se nos mueren de viejos
que se nos mueren de pena.
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