Vivencias y pensamientos sobre la ruralidad y la vida en el campo desde Purujosa pueblo casi deshabitado a la sombra del Moncayo.

domingo, 10 de enero de 2010

Poesía rural, El Pastor de Carenas

He de reconocerlo, no soy un gran amante de la poesía. No obstante, a pesar de mi predilección por la prosa (narrativa, ensayo o análisis) hay algunos poetas que los llevó grabados a fuego en mi corazón. En mi pequeño y personal altar de las musas tengo a 4 genios: Los dos rivales de la pluma por antonomasia del Siglo de Oro español, Quevedo y Góngora, a los cuales aprendí a apreciar (al igual que a tantos otros) gracias a la musicalización que hiciera de sus poemas el gran Paco Ibáñez. Gustavo Adolfo Bécquer, al que admiro tanto por su canto al amor como por sus leyendas, muchas de ellas ambientadas en el Moncayo, como el Gnomo o la Corza Blanca. Y por supuesto, el gran Antonio Machado, el poeta de los duros yermos del interior de España.

Cuando se es capaz de apreciar la belleza que esconde la dura meseta Soriana, barbacana de Castilla, y plasmarla y transmitirla con la hermosura y dulzura que él hizo, sin duda se está ante un genio. No me canso de releer aquel poema que dedicara a las Encinas, ese árbol de modesto porte pero de gran corazón, raíz de Iberia, blasón de España y sombra de los caminantes de medio Mediterráneo.



De los cuatro genios que están en mi particular Partenón de las letras, Machado es el más cercano a Andrés Nuño puesto que ambos tratan una temática similar, a saber, el campo, la naturaleza, los pueblos y sus gentes. Andrés Nuño, más conocido como El pastor de Carenas, me ha hecho redescubrir el amor por la poesía con su particular estilo alejado de la métrica académica pero embriagado de amor por la tierra. Aunque no le conozco personalmente, probablemente no estuviera a gusto al compararlo de tú a tú con Antonio Machado, así que lo compararé con un compañero de oficio, también aragonés: José Iranzo, El Pastor de Andorra .Ambos son herederos de una vieja tradición que se remonta a tiempos imperecederos de pastores con virtudes artísticas. Muchos pastores, en su deambular con el ganado, desarrollaron diversos talentos y facultades de muy diversa índole. También en Purujosa la tradición popular recuerda a Cecilio Lumbreras, pastor de la localidad que aprendió a entonar jotas con el acompañamiento rítmico de 6 piedras pulidas y erosionadas que el mismo seleccionaba en el barranco de Cuartún.

El Pastor de Carenas alcanzó popularidad gracias a sus columnas en el periódico La crónica de Calatayud y sus intervenciones radiofónicas en Cadena Ser. Posteriormente llegaría el libro Relatos del Pastor de Carenas (2007), obra de cabecera, de mesilla, de lectura previa al sueño nocturno. Textos cortos, de apenas dos carillas, pero con un profundo significado. Con ese estilo que me trae ecos de obras clásicas como El profeta de Gibran Khalil Gibran, como en el relato El viajero, pero con un telón de fondo mucho más próximo, las sierras de la Ibérica.



Sería difícil decantarse por un relato en concreto, ¡Son tantos y tan hermosos! Las alas de las mariposas, Gato, La colmena, El atardecer de los pastores, invierno, etc. De especial interés para la temática de este blog son aquellos textos dedicados a la despoblación, una temática muy presente a lo largo de su obra, con relatos que estremecen como El silencio del invierno o Los bueyes. Dejemos que hable el Pastor: “El empedrado de nuestros pueblos yace bajo un manto grueso de hormigón, sin gente que les de vida (…) En cualquier pueblo de media España, las calles de hormigón, languidecen desiertas, con las puertas y ventanas cerradas, las persianas bajadas sin nadie que se asome, sin nadie que las abra, solo con los gatos erizados al sol del mediodía. Ni siquiera temen que algún niño los apedree porque tampoco quedan ya pequeños…”

Nuño, Andrés. Relatos del Pastor de Carenas, Ed. Comunidad de Calatayud, 2007.

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