La noticia de Heraldo de Aragón abordaba el mismo tema, el de los pueblos de menos de 100 habitantes, pero desde una óptica más pesimista y probablemente realista, sosteniendo la tesis de que gran parte de estas poblaciones están de facto “muertas desde hace décadas”. Expertos de la Universidad de Zaragoza o de Grupos de Acción Local analizan las causas demográficas (ausencia de relevo generacional) y/o económicas (ausencia de puestos de trabajo, etc.) que conllevan esta situación.
Existes un aspecto analizado en la noticia con el que mantengo diferencias: La deslegitimación de las inversiones. En el artículo se trasluce que ante la gravedad poblacional de estos núcleos de población, invertir en revertir la situación sería “invertir dinero en un pozo sin fondo”, dado que “por mucho que las administraciones metan dinero en las zonas más desfavorecidas, es muy difícil invertir esa selección que hace la propia naturaleza”. Aun reconociendo la dificultad y coincidiendo en el análisis discrepo en la conclusión claramente generalista dado que cada área desfavorecida tendrá unas potencialidades y limitaciones particulares que harán que las inversiones tengan una mayor o menor relevancia. Precisamente, una de las obligaciones de las administraciones es velar por el reordenamiento territorial como elemento galante de la igualdad del conjunto de los ciudadanos. En Aragón una de las herramientas para lograrlo es la Ley de Desarrollo Rural Sostenible, que como tantas cosas en nuestra tierra, parte con el descrédito de la arbitrariedad y el clientelismo comarcal, pero esa es harina de otro costal.
(Testimonio del éxodo rural: Casas abandonadas en la plaza de Purujosa)
En cambio, si me parece muy loable la atribución de responsabilidades en paliar la situación a la acción local, la propia iniciativa de los municipios, sus asociaciones y sus gentes. Es un aspecto que he destacado en numerosas ocasiones: sin la participación de los agentes implicados, cualquier inversión carece de utilidad. Ahora bien, precisamente es en aquellas localidades donde la inversión pública no sería una ayuda vacía sino todo lo contrario, el sustento económico que permita construir las iniciativas y proyectos generados en el propio pueblo.
P.D: Cuando suba a Purujosa intentaré informarme de si alguien grabó el programa de televisión y en caso contrario me pondré en contacto con la cadena a ver que me dicen.
Muy buenas!!
ResponderEliminarHe de confesarte que llevo tiempo queriendo escribir sobre este tema en blog pero no sabía como enfocarlo.
De hecho Purujosa recibió un gran espaldarazo a principios de los noventa con unas subvenciones que la DGA otorgó a todo propietario dispuesto a reformar su casa siempre y cuando se mantenga una armonía con el conjunto arquitectónico.
Donde hay vida hay esperanza, y especialmente en Purujosa donde estaís tirando del carro con ilusión.
Lo más triste es que en Zaragoza cala el mensaje del Heraldo: estos pueblos no tienen remedio en consecuencia lo mejor es no invertir. ¡Que pocos zaragozanos se escandalizarán cuando la DGA tenga que certificar las muertes de los pequeños municipios de Aragón!
Hace un par de años teníamos una casa en un pueblecito de 90 habitantes censados para evitar convertirse en pedanía, reales como dice el recorte de prensa muchos menos.
ResponderEliminarEra una casa tradicional aragonesa que entre mi marido y yo arreglabamos en nuestro tiempo libre. Una vez acabada nos dio por venderla por diversos motivos y te puedes creer que la vendimos dos veces y muy facilmente. La primera debido a la crisis se echaron atras perdiendo una señal sustanciosa. La segunda vez teníamos varias personas interesadas, incluso un famoso coreógrafo instalado en Alemania la quería para vivir su jubilación en España. Todas la personas interesadas buscaban una casa de pueblo con sus troncos y muros gruesos, en Borja tenían unifamiliares nuevos por el mismo precio pero ellos querían una casa como la nuestra.
No nos queríamos ir de ese pueblo y tras la venta buscamos una casa más pequeña pero fue imposible. Las casas vacías se derrumban sin que nadie lo evite, pero antes no las venden porque suelen ser de varios propietarios y siempre hay alguno que alega motivos sentimentales para no hacerlo, era la casa de la madre o de la abuela... Un terreno también ha sido complicado aunque al final hemos conseguido uno, les cuesta mucho desprenderse de la tierra en los pueblos.
En ese mismo pueblo hay alguna familia que ha decidido instalarse definitivamente y no solo pasar fines de semanas.
Los compradores se asustan cuando ven casas invadidas por la humedad y la carcoma pero se enamoran de las que están arregladas. Hay pasión por lo rústico. En Restascon, otro pueblecito cerca de Daroca, hemos trabajado (el yeso) en la rehabilitación de unas casas que el ayuntamiento ha destinado a alquiler vacacional y que ya estaban reservadas antes de acabarse.
Falla mucho el transporte en estos pueblos y eso limita mucho que la gente se instale en ellos. Hay interés en la vida rural aunque sea en fines de semanas y seguro que muchos que lo prueben acabarán instalándose definitivamente, yo me lo estoy pensando :o)
En definitiva, no creo que sea invertir en un pozo sin fondo. De hecho, a mi la inversión me salió redonda ;o)
Saludos!!
Fantástica explicación Rocio. Has dado con dos puntos clave que yo también he observado; que los propietarios prefieren ver hundirse sus casas, el tema de los herederos.... en fin, muy complejo. Sin embargo, como bien apuntas, cuando ven una casa en ruinas los compradores se asustan pero cuando entran en tu casa restaurada todos dicen: Oh!!!! Que pasada, yo querría una así.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu comentario, me he sentido muy identificado.
Abrazos!