A mis alumnos les explico como el
capitalismo ve en el medio una fuente de recursos a transformar para obtener
productos elaborados con los que satisfacer las necesidades humanas. El
problema es que el modelo consumista por un lado hace que esas necesidades no
paren de crecer al tiempo que el capitalismo propugna la maximización de
beneficios para satisfacer esas necesidades consumistas crecientes. De este
modo, se produce un desequilibrio, con la sobreexplotación de los recursos de
este desarrollo insostenible en el que nos encontramos.
Digo esto porque recientemente
dos noticias me han hecho reflexionar sobre la cuestión al tiempo que las he
asociado con nuestras tierras moncainas. Por un lado, el acertado artículo En defensa del lobo donde tras el exterminio de la última manada de lobos del
País Vasco, se nos advertía que esta situación “nos devuelve a los años
setenta, en que la conservación de la naturaleza ni siquiera se consideraba
relevante (…) un tiempo que creíamos superado por el cambio de percepción
social sobre el medio ambiente pero (…) 36 años después de la muerte de Félix
Rodríguez de la Fuente, el lobo vuelve a ser objeto de odio”.
De nuevo, nos encontramos ante
intereses económicos particulares que se imponen al interés general. El lobby
de la caza y sus vínculos políticos (recordemos la “Escopeta Nacional” de
Berlanga) que observan en el lobo un lucrativo recurso a explotar para
maximizar beneficios. Pero “El lobo es un patrimonio de nuestro país y su
preservación es tan importante como la de la catedral de Burgos o el museo del
Prado. ¿Alguien se imagina al gobierno subastando las obras del Prado? Pues eso
quieren hacer con nuestros lobos”.
Tarde o temprano, si los
perdigones no lo impiden, el lobo volverá a los montes del Moncayo. Las jóvenes
manadas en expansión regresarán a los bosques de donde fueron exterminados.
Debemos estar preparados para cuando llegue ese momento. No verlo como un
problema, sino como una oportunidad: saber explotar este recurso turístico,
garantizando su conservación con la compatibilidad de los usos pastoriles de
nuestros montes. Recuperar el equilibrio natural que rompimos hace apenas un
siglo. El ejemplo de Asturias con el oso debe guiar nuestros pasos para que en las noches moncainas y en los campos españoles se sigan oyendo los esquilos de las ovejas y los aullido del lobo.
Una de cal y otra de arena.
Frente a la mala noticia de la persecución del lobo, la buena noticia de la
sentencia que obliga a demoler el macrohotel de “El Algorróbico” en una
virginal playa del cabo de Gata, tras una larga lucha social de más de una
década.
Ya sabemos que este ha sido el
país del pelotazo del ladrillo sobrexplotando nuestro litoral mediterráneo a base
de recalificaciones urbanísticas que han sido el origen de buena parte de la
corrupción que tenemos hoy en día. De nuevo, anteponer el máximo beneficio
inmediato al equilibrio a largo plazo. Tal fue el afán lucrativo que ni el parque
natural del Cabo de Gata, aquella isla virgen en medio de una costa desnaturalizada y
humanizada, estaba libre del interés especulativo. A las constructoras no les
importó incumplir la ley de costas, como siempre se había hecho en este país de
caciques. A hechos consumados esperaban que los políticos (sobornados con sus
puertas giratorias y comisiones) legislaran a posteriori a favor de los
intereses de los grandes grupos de presión.
Pero por una vez se hizo justifica.
David venció a Goliat y los tribunales han ordenado derribar aquel esqueleto de
hormigón en medio de un parque natural en el que se pretendía privatizar una
playa virgen para sus exclusivos clientes.
De nuevo, una noticia que me acerca
hasta el Moncayo. Al igual que en el cabo de Gata, aquí también estamos viendo
impotentes como las leyes se pliegan ante los intereses privados. Como los
montes comunales se privatizan para beneficio de otro gran lobby, en este caso
el de la minería. Otra vez, la destrucción de la naturaleza precisamente a las
puertas de un lugar único por su riqueza natural. Se repite la misma historia,
un espacio declarado Parque Natural para ser protegido pero ante los intereses
del mercado, se antepone el beneficio cortoplacista al legado para las
generaciones futuras. Pero el ejemplo de otras tierras, aquellas victorias
imposibles, desde las Termopilas a Fuenteovejuna, deben guiarnos en nuestra
lucha. Cuando se cumplen 500 años de la muerte de Cervantes, debemos ser más
quijotescos que nunca y recordar aquella famosa frase apócrifa: “Cambiar el
mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía, sino justicia”.
Hará un año que una egagrópila de búho que me llevó a confusión me puso alerta más todavía si cabe. Desde entonces perros asilvestrados en el muladar de Beratón y osamentas roídas con sangre reciente enmedio del bosque, donde un buitre jamás podría entrar me hacen salir con un buen bastón y otras cosas que callo. El encuentro será inevitable y la cámara de fotos será testigo mudo, igual que cuando la Capra Hispánica. Mientras tanto, habrá que traer mastines con carlancas. ¡Qué pena que el lince errante, Kentaro, no encontrara ni pareja ni motivos para quedarse en Moncayo. El rewilding avanza a medida que el hombre ya no habita en el campo.
ResponderEliminarEste invierno dejé una cámara de fototrampeo en un collado al pie de la sierra de Tablado, en Beratón, a ver que caía. Dos meses después, por el camino de subida hacia el collado,también encontré huesos dentro del bosque que difícilmente habían sido comidos por buitres... Cuando fui a buscar la cámara en el árbol en el que la había dejado ¡sorpresa!: Un lobo, pero con dos patas se la había llevado. Había cortado las cuerdas y roto la cadena que la sujetaba. Seguro que algún lobo errante, o más de uno, pueda haber en el Moncayo, porque la zona es buena, más o menos tranquila y abundancia de corzos, jabalíes... Otra cosa es que los dejen asentarse. De momento, en las fotos que tengo, mucho corzo, zorro, jabalí... pero de lobos, nada de nada. Ojalá muy pronto se puedan oír sus aullidos por estas tierras.Un saludo
ResponderEliminarEspero que la cámara fuera de las que se pueden codificar.Algunas sirgas aguantan lo suyo... que si no es cortando el árbol... Lobos solitarios no dejan ni rastro ni huella fácilmente. Interesa una familia de largo recorrido. Moncayo depara muchas sorpresas todavía.
ResponderEliminarSí e-cuervo, la cámara es de las que tiene un código PIN, pero imagino que el que se la haya llevado, habrá encontrado alguna manera de desbloquearla. Que la disfrute, o mejor que la deje otra vez de donde se la llevó. También estoy de acuerdo contigo que el Moncayo es un espacio con muchas sorpresas y posiblidades: cabras montesas, ardillas y nutrias recién llegadas; visón europeo acercándose por el norte, quebrantahuesos con posibilidades de colonizar las paredes rocosas, avistamientos de buitres negros... ¡Quién sabe si algún día no muy lejano,llegue el lobo y el lince! Un saludo
ResponderEliminar