Vivencias y pensamientos sobre la ruralidad y la vida en el campo desde Purujosa pueblo casi deshabitado a la sombra del Moncayo.

lunes, 12 de junio de 2017

Los huertos de Purujosa.

Las zarzas son sinónimo de despoblación. La desazón invade el alma de aquel que pasea por los caminos de la ribera entre viejas huertas antaño cuidadas y hoy comidas por la maleza. Hasta las mejores tierras de labor sucumben al abandono rural. El Moncayo no es una excepción.

En Purujosa hace diez años todavía quedaban unos pequeños hortales de los vecinos que vivían en la localidad. Pero las tomateras se fueron con la gente y los azadones quedaron olvidados en la falsa. Tan solo los huertos de José Luis resistían al avance inexorable de la naturaleza salvaje atraída por la buena tierra y el agua.

Es por eso que recibimos con alegría las iniciativas que vienen a devolver a la vida los yermos. Eduardo y Antonio no solo han decido vivir en Purujosa, también quieren revivir con ellos la huerta herida de muerte. En el pueblo, la vida es dura, pero tiene ventajas como la posibilidad del autoabastecimiento de alimentos de calidad. Es aprovechar los recursos endógenos

Cual anticuerpos del sistema inmune humano, han limpiado las arterias de la despensa del pueblo, que son sus acequias, para que vuelva el óxigeno a los pulmones verdes del campo. El agua vuelve a correr insuflando vida entre los caballones. Si, pocas cosas alegran tanto el alma como ver un huerto cuidado con amor e ilusión.

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