La presencia de huertas en la fértil vega es sinónimo de vida y presencia de pobladores, su contrario, los campos yermos, sinonimo de despoblación. En Purujosa pervive como un náufrago en una isla, el Hortal de Plácido, rodeado por su vaya para hacer frente a los corzos y demás rabosos.
Pudimos dar cuenta de la calidad de los productos que riegan las aguas del Isuela, junto al propio río, en el merendero, con los tomates y pepinos a los que amablemente nos convitó para comer.
Y después, bajamos al propio cauce, donde un año más los niños y niñas, nietas y nietos de Pepe, de Jesús o del propio Plácido, o cualquier zagal que viene con sus padres al merendero, se afanan en reparar la represa que casa primavera la fuerza del agua destruye. Y es que las risas de los niños nos hacen olvidar el silencio de los inviernos.
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