A través del grupo de WhatsApp de "Purujosa resiste" ya habíamos visto lo bonito que seguían dejando el pueblo sus vecinos, cada vez con más maceteros y más originales, pero no hay nada como comprobarlo por uno mismo paseando sus empinadas calles.
Pero Antonio "el casetero" no se detiene en el ornamento de las calles y sigue ampliando el espacio museístico que está haciendo en el zaguán de la Iglesia. Frente a su casa ya tiene preparado un viejo globo terráqueo a la espera de sus manos restauradoras.
Pero por debajo del ornamento está el basamento, para que haya flores tiene que haber vecinos que las rieguen y producía una enorme satisfacción ver tantas ventanas abiertas en el pueblo. Incluso el albergue ya está abierto, aunque sea a medio gas y sin cocina. Alí nos presentaron a Emilio, escalador que precisamente no hace mucho adquirió y está restaurando la que fuera casa de Lucio. Un motorista y dos senderistas tomaban un refrigerio tras visitar el pueblo.
Pero ni flores, ni casas restauradas, ni albergues abiertos. Lo que más satisfacción produce es oir la risa de los niños jugando a la comba en la plaza. La paz y serenidad que sientes al estar regando los geranios del balcón mientras tus hijas juegan con Claudia y Bruno, los nietos de Jesús y María. Porque el futuro es de ellos.
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