Bajamos
al valle y rememoramos los días pasados a la sombra del Moncayo.
Me
sorprendió gratamente el ver más gente de la esperada para ser unos días
entre semana. Si me preguntan afirmo que en Purujosa viven unas 6 personas en invierno.
No obstante, al entrar en el albergue vi a Arturo que había subido de Calcena,
a uno de los cazadores que lleva varios días patrullando los montes, a Juan
Francisco que está liado con las abejas, los rumanos que están obrando su
corral junto a la carretera, a Mariano, etc.
Hoyo Morana, nacimiento del Huecha. |
Pronto
subió Fernando de Oseja, “El bicho”. Cogimos la cesta con las navajas y nos
dirigimos a Beratón. Han arreglado el camino del cementerio por lo que pudimos
subir con el coche hasta el collado de los Almudejos o del Salegar y de allí
pasear hasta el Hoyo de Morana, nacimiento del Huecha. El lugar estaba
precioso, con un verde primaveral magnífico. En los corros de brujas cogimos
unas senderuelas o hongaretas (marasmius oreades) aunque lo que más me
sorprendió fue un pedo de lobo del tamaño de una patata grande. Estaba
en parte comido por los animales y fresco, sin esporas, con carne blanca, por
lo que puede que siga creciendo.
Comimos
unos alberges y alcorzamos entre el pinar. Anochecía cuando llegamos al
albergue de Calcena, donde nos esperaba Antonio “Escartín del Isuela” que venía
con la bicicleta desde Añón de Moncayo. En la terraza, disfrutamos de la
fresca, aunque las noches en la montaña obligan a abrigarse. Mientras el cárabo
cantaba en los árboles, organizamos el plan del día siguiente: Exploración a
las minas de Valdeplata.
La
verdad que la excursión constituyó una aventura. La lluviosa primavera hace que
el monte esté fantástico, plagado de ababoles, junto a aliagas o majuelos en
flor. Sin embargo, los colirroyos y demás pajarillos, no dan abasto con los
insectos. Junto al cauce del barranco los tábanos nos acribillaron. La senda se
encontraba invadida por hierba hasta el pecho. En las junqueras el camino
estaba aguchinado y terminamos con los pies chipiaos. En definitiva, que
salimos ascape del fondo del barranco y remontamos la costera que llevaba a las
primeras bocas que señalaba el mapa del Sargento Tabuenca, elaborado en 1988,
que amablemente nos fotocopió el espeleólogo Mario Gisbert. Tristemente, el
tiempo trascurrido ha derrumbado estas dos bocas. Tan solo unas paredes
derruidas y una herida en la montaña de la que mana un pequeño manantial
señalan el lugar donde se encontrarían.
Ante el
estado de abandono, decidimos dirigirnos directamente al conjunto de
edificaciones más notables, junto al río. Hay dos conjuntos de ruinas,
separadas por un pequeño barranco. Desde las primeras ruinas remontando 10
metros en dirección a ese barranco se encontraba la mina que antiguamente todo
el mundo visitaba. Antonio comentó que él había entrado más de 5 veces. Sin
embargo, hace años que nadie se acercaba. Un enorme zarzal impedía el acceso.
Pero precisamente habíamos venido a sacar del olvido este lugar. Con rasmia y sin reblar, Antonio con la
hoz, servidor con las tijeras de podar y Bicho con la vara (al cual si hago una
cuquera de un golpe fortuito) fuimos abriendo un túnel en la maleza.
Antes y después |
Al
final pudimos acceder a la boca minera. A los 5 metros una larga badina
obligaba a mojarse. Según el plano y el testimonio de Antonio, la galería tenía
una notable longitud, con varios puntos donde se preservan los raíles, pozos
sifonados, acceso a una galería superior, etc. El problema es que a mi familia
de Lumpiaque nos llaman los “gatos” y de todos es sabido el temor de los
misinos al liquido elemento. En
definitiva, que me dio respeto entrar aunque como bien pronosticaron los compañeros,
ahora en parte me arrepiento.
Al
menos nos fuimos con la satisfacción de a ver redescubierto y señalado con
grandes mojones este precioso rincón, tan lleno de historia y tan olvidado. No
olvidemos que en tiempos por esta senda, hoy casi perdida, remontaba una
espectacular variante de la GR90 y hasta no hace muchos años el mismo camino
llegaba hasta las minas. La desidia de las administraciones ha terminado con
una de las rutas que más potencialidades turísticas tenía para los pueblos del
alto Isuela. Hoy es más fácil saludar a una culebra de agua que a un caminante.
Fernando "El Bicho de Oseja", cazador de culebras. |
El
ataque de las caparras (nos quitaríamos más de veinte entre los tres aunque por
fortuna ninguna se adhirió con fuerza a la carne) y unas amenazantes nubes de
tronada frustraron nuestra idea inicial de darnos un baño en la poza del Batán.
Antonio nos invitó a su casa, nos pusimos a cazolear y degustamos un excelente
chuletón gallego. Luego, charradas de sobremesa y al final el último trago, el
arranque de despedida, hasta la próxima vez que nos volvamos a juntar en la
montaña.
Ahora
de vuelta a tierra plana, escucho música que me produce melancolía montañesa:
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola Ramiro, te buenos recuerdos me traen las setas, yo por esa zona no he cogido nunca, pero si por la sierra del Tablado y alrededores de Borobia. En cuanto a las minas, habrá que visitarlas y marcarlas con el gps, así la gente podrá visitarlas, saludos
ResponderEliminarHola, Ramiro. Es muy majo el Lycoperdon Giganteum o cuesco de lobo gigante. En filetes y empanado es muy rico. Yo cogí varios en el bajo Morana cerca de la central hace tiempo. Culebras, tábanos y caparras... je,je. Con más calor no hay guapo que se meta en Valdeplata y no salga jurando en Hebreo.
ResponderEliminarHola compañeros.
ResponderEliminarBueno, había pocas setas, pero las suficientes para degustarlas y darnos el capricho. Además, solo por el paseo, merece la pena. Si no hubiera sido por tanto insecto agresivo, jornada ideal jeje.
Andrés, a ver cuando subes por Purujosa, que nos tienes abandonados :)
Un abrazo chicos.