Vivencias y pensamientos sobre la ruralidad y la vida en el campo desde Purujosa pueblo casi deshabitado a la sombra del Moncayo.

jueves, 22 de abril de 2010

El hombre que plantaba árboles

Hoy, 22 de abril, se celebra el día de la Tierra. En una fecha tan señalada no está de más recordar el papel que juega el mundo rural y en especial las montañas como último bastión de los espacios abiertos, de las tierras semivirgenes, del mundo occidental. Y digo semivirgenes porque la acción antrópica es implacable y ha cambiado la mayoría de los paisajes. La revolución demográfica derivada de la revolución industrial implicó un incremento exponencial de la población. En zonas con un equilibrio muy precario de la relación población – recursos por la escasez de tierras cultivables, se produjo un proceso insostenible de roturación y deforestación. Purujosa es claro ejemplo de este mecanismo.
 
Sin embargo, la despoblación ha conllevado que poco a poco la naturaleza vaya recuperando lo que un día le fue arrebatado. En las viejas olmas derruidas languidecen cuatro almendros y crecen tímidas encinas. Además, la conciencia conservacionista ha hecho que aprendamos a apreciar el valor patrimonial de nuestro medio. El hombre ha decidido colaborar y ayudar a la naturaleza. De ahí la importancia que se le da en las aulas al día del árbol. Desde luego, yo guardo con profundo cariño las jornadas familiares en que plantábamos árboles en la fuente Genaro de la Sierra Vicort. Ahora, 10 años después, cuando regreso y observo al caminante detenido mirando los bonitos frutos rojos del acebo, recuerdo aquel día en que apenas siendo un retoño lo trasplanté de la botellita de plástico que lo vio nacer. En Purujosa también plantamos un acebo, un boj y un acerollo en torno a nuestra casa, pero siempre pienso que tengo que encontrar algún sitio en la sierra donde devolver a la madre tierra un poco de lo mucho que ella me ha dado. Si plantar un árbol es uno de los actos más bonitos que se pueden hacer en la vida, ¿Qué satisfacciones pueden acarrear plantar un bosque entero? Esta pregunta se debió plantear Jean Giono cuando escribió en 1953 el fantástico relato: El hombre que plantaba árboles. Estamos ante un cuento maravilloso, que se puede leer de una sentada de 10 minutos, lo que demuestra que el valor de un libro no está en el número de sus paginas sino en las emociones que transmiten sus palabras. En la obra se exaltan dos valores, el amor a la naturaleza y el altruismo, representados en la figura de Elzeard Bouffier, un simple pastor que un buen día decidió transformar su paisaje árido cotidiano en un fértil bosque, para lo cual dedicó toda su vida a plantar bellotas al tiempo que acompañaba a las ovejas. La historia está contada de tal manera que siembra la duda acerca de si el hecho y la existencia de este hombre, mitad eremita mitad profeta, existió; y evidentemente no seré yo quien desvele el misterio. Existen varias ediciones en español, siendo muy recomendable aquella que tiene prólogo de José Saramago y epílogo de Joaquín Araujo, ahí es nada. No obstante, también se puede leer en Internet, por ejemplo aquí. A raíz del libro, en 1987 se hizo una versión filmografía, un videometraje de animación de 30 minutos donde una voz en off lee el texto original de manera literal al tiempo que una serie de dibujos impresionistas ilustran el relato. Sin duda, la película no desmerece de su obra madre y ambas son perfectamente complementarias. No en vano, ganó un Oscar y estuvo nominada a mejor película en Cannes. Para muchas personas es el mejor cortometraje de todos los tiempos. Un buen pretexto para leer una obra inolvidable antes de salir al campo a plantar un árbol. Más información: http://forestman.espacioblog.com/post/2008/01/28/el-hombre-plantaba-arboleshttp://elultimonecio.blogspot.com/2008/04/el-hombre-que-plantaba-rboles.html

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