Este verano mi madre me regaló el libro de José Luis Corral, El Salón Dorado, Ed. Edhasa (1996). Hace años tuve el placer de ser alumno en la Universidad de Zaragoza de este medievalista que es sin duda uno de los mejores autores de novela histórica del país. El libro, al igual que me había ocurrido con otros títulos suyos como El Cid (2000) o Trafalgar (2001), no me defraudó. Al contrario, me maravilló.
A través de sus paginas nos sumergiremos en pleno siglo XI, llevándonos de Constantinopla a Roma, para acabar recalando en la maravillosa Corte de Al- Muqtadir, Rey de la Taifa de Zaragoza. De la mano del sabio Juan (astrónomo, traductor, bibliófilo, …) desentrañaremos los conflictos peninsulares del momento. Ante nuestros ojos se mostrará la cruzada de Barbastro, las campañas del Cid, la expansión del reino de Aragón, la llegada de los almorávides, etc. Todo ello sin obviar un hilo conductor en torno a la búsqueda del conocimiento a través de los libros, con una trama sobre la defensa de la teoría heliocéntrica de Aristarco de Samos en un momento de dogmatismo religioso que trae lejanas reminiscencias a la clásica obra de Umberto Eco El nombre de la Rosa.
Además, y he aquí que venga a colación del hilo conductor de este blog, El Moncayo tiene un papel destacado en la novela a lo largo de algunos capítulos. No en vano, el protagonista es el ficticio fundador de la escuela de traductores de Tarazona y ocupando este cargo, el sabio ascenderá hasta la cima de la mítica montaña y organizará una cacería de osos en las fragosidades del barranco de Morana. Hoy en día, pudiera parecer utópico tal relato pero al igual que existen documentos del siglo XII que atestiguan la presencia de traductores turiasonenes como Hugo de Santalla, los restos fósiles también confirman la existencia de úrsidos en el Moncayo.
En la reciente prospección arqueológica de la Cueva de los Rincones, aparecieron varios molares que inequívocamente pertenecían a osos pardos, del mismo modo que en la vecina localidad de Talamantes, aparecieron en los años 90 restos de Oso de las Cavernas. Sobre este yacimiento podemos consultar el artículo: BLASCO SÁNCHEZ, Mª Fernanda “Primeros testimonios de oso de las cavernas en el somontano del Moncayo” en Cuadernos de Estudios Borjanos, nº 35-36, 1996, pp. 27 – 48.
Ambas especies cohabitaron en el pleistoceno pero mientras la segunda es una especie fósil, el oso pardo ha pervivido hasta la actualidad y presuponemos que el Moncayo sería uno de sus últimos reductos hasta su final confinamiento en el norte peninsular. De tal modo que la presunción de una cacería de osos en los barrancos del Moncayo en la Alta Edad Media, no nos resulta para nada utópica sino profundamente sugerente, al igual que el conjunto de este maravilloso libro que es El Salón Dorado.
Hace 15 horas
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