Vivencias y pensamientos sobre la ruralidad y la vida en el campo desde Purujosa pueblo casi deshabitado a la sombra del Moncayo.

martes, 28 de septiembre de 2010

Frutos del Otoño y filosofía

Cuando hace unas semanas bajamos al Pilón de la Virgen con nuestro ermitaño tuvimos que volver a arrancar las zarzas que habían rebrotado a sus pies. Pocas especies arbustivas son tan características de nuestro sistema ibérico como las zarzas. A veces, cuando me encuentro por estas olvidadas sendas desprevenidos caminantes con pantalones cortos, pienso en lo que sufrirán si se meten en unos yermos colonizados por las pinzudas zarzas. El sistema Ibérico no es el Pirineo, aquí no hay casi agua, ni casi sombra, pero si hay muchas especies con espinas y entre todas destaca la zarza por su capacidad de rebrotar. Son unas colonizadoras natas de senderos. De tal modo, que son odiadas y yo mismo acostumbro a dar sablazos con mi bastón de avellano a cuantas se cruzan en el camino.

Sin embargo, ese mismo día, mientras descendíamos por el barranco de la Virgen, íbamos recogiendo moras de las zarzas que minutos antes habíamos maldecido por renacer junto a nuestro pilón o invadir nuestro sendero. Las mismas plantas que durante todo el año eran odiadas, ahora eran admiradas por sus sabrosos frutos. Paradojas de la existencia.

Mientras caminaba en silencio a la sombra de las verticales paredes del barranco, la ambivalencia y dualidad de la espinosa especie me hizo recordar los propuestos filosóficos de Lao Tse, contenidos en el Tao Te King y cuya representación gráfica más conocida en occidente es el símbolo del Taijitu que contiene el yin y el yang. Según dicha filosofía, el contraste de los opuestos de todos los elementos de la naturaleza permite entender el Universo. Así, en cada elemento de la materia existirían dos fuerzas contrapuestas: una fría y otra cálida, una femenina y otra masculina, una húmeda y otra seca, etc. Sin embargo, dichas naturalezas opuestas fluyen e interrelacionan en el mismo elemento dotándole de unidad. Dicha unidad conciliadora sería el Tao. Así, un taoista en su percepción del mundo no considera superior una naturaleza frente a la otra, ya sea el sufrimiento sobre la felicidad o las espinas frente a los sabrosos frutos, dado que ambas son complementarias y constituyentes de un mismo elemento, por lo que intentará comprender sus interrelaciones para así lograr alcanzar el Tao, el camino de la virtud.

Desde ese día veo las zarzas con distintos ojos. En mis paseos he continuado parando en cualquier zarzal a deleitar mi paladar con las jugosas moras. Ya no me acuerdo de los arañazos que jalonan mis brazos por sus afiladas defensas. El tiempo está cambiando, se hace de noche más pronto, ya no hace tanto calor y han llegado las primeras lluvias. Junto a las zarzas, otros árboles empiezan a dar sus frutos y en ellos veo la misma dualidad que vi hace semanas en las zarzas. Los castaños del valle de Tiernas en Alpartir ya tienen sus castañas, que al llegar los fríos meses de invierno disfrutaremos en las brasas del hogar. Sin embargo, ahora sus frutos están defendidos por un caparazón espinoso, cual si quisieran competir con las espinas que defienden las moras. Un poco más adelante me acerco hasta los acerollos de Valdearagués. Ya cuelgan las acerollas de sus ramas. Aunque estas no tengan defensas pinchudas, distan mucho del deleite gustativo de castañas y moras. Al contrario, su sabor me resulta desagradable pero conozco sus propiedades curativas, su contenido en vitamina C o su poder astringente. De nuevo una dualidad, el mal sabor frente a sus beneficios medicinales.


En este mes de septiembre no he comprendido el equilibrio del mundo mirando moras, castañas y acerollas. Cierto es que me han ayudado a pensar pero tan solo me han enseñado, cual faros en el camino de las estaciones, que el tiempo está cambiando, pronto llegará el tiempo de recoger setas pero mientras esperamos nuevas lluvias, podemos disfrutar de los frutos del otoño.

1 comentario:

  1. El delicado sabor de la azarolla madura hace olvidar el astringente sabor de la fruta verde, a quien nadie se le recomienda comaer. Bonitas reflexiones, Ramiro. Un saludo.

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