Vivencias y pensamientos sobre la ruralidad y la vida en el campo desde Purujosa pueblo casi deshabitado a la sombra del Moncayo.

martes, 28 de septiembre de 2010

Ultima hora: Purujosa en Aragón TV hoy a las 21:15

Hola amig@s.

Aunque con poquisimo tiempo,con tan solo una hora de antelación, anuncio que esta noche a las 21:15 en el programa de Aragón TV "Pequeños pero no invisibles" aparecerá Purujosa.

El programa está dedicado a recorrer los pueblos de Aragón con menos de 100 habitantes censados y estuvieron grabando en Purujosa el pasado viernes 10 de septiembre, por la mañana. Yo subí ese día por la tarde con lo que no saldré en la tele, pero veré el programa a ver que tal queda el montaje.



ACTUALIZACIÓN: El reportaje se puede ver AQUÍ

Frutos del Otoño y filosofía

Cuando hace unas semanas bajamos al Pilón de la Virgen con nuestro ermitaño tuvimos que volver a arrancar las zarzas que habían rebrotado a sus pies. Pocas especies arbustivas son tan características de nuestro sistema ibérico como las zarzas. A veces, cuando me encuentro por estas olvidadas sendas desprevenidos caminantes con pantalones cortos, pienso en lo que sufrirán si se meten en unos yermos colonizados por las pinzudas zarzas. El sistema Ibérico no es el Pirineo, aquí no hay casi agua, ni casi sombra, pero si hay muchas especies con espinas y entre todas destaca la zarza por su capacidad de rebrotar. Son unas colonizadoras natas de senderos. De tal modo, que son odiadas y yo mismo acostumbro a dar sablazos con mi bastón de avellano a cuantas se cruzan en el camino.

Sin embargo, ese mismo día, mientras descendíamos por el barranco de la Virgen, íbamos recogiendo moras de las zarzas que minutos antes habíamos maldecido por renacer junto a nuestro pilón o invadir nuestro sendero. Las mismas plantas que durante todo el año eran odiadas, ahora eran admiradas por sus sabrosos frutos. Paradojas de la existencia.

Mientras caminaba en silencio a la sombra de las verticales paredes del barranco, la ambivalencia y dualidad de la espinosa especie me hizo recordar los propuestos filosóficos de Lao Tse, contenidos en el Tao Te King y cuya representación gráfica más conocida en occidente es el símbolo del Taijitu que contiene el yin y el yang. Según dicha filosofía, el contraste de los opuestos de todos los elementos de la naturaleza permite entender el Universo. Así, en cada elemento de la materia existirían dos fuerzas contrapuestas: una fría y otra cálida, una femenina y otra masculina, una húmeda y otra seca, etc. Sin embargo, dichas naturalezas opuestas fluyen e interrelacionan en el mismo elemento dotándole de unidad. Dicha unidad conciliadora sería el Tao. Así, un taoista en su percepción del mundo no considera superior una naturaleza frente a la otra, ya sea el sufrimiento sobre la felicidad o las espinas frente a los sabrosos frutos, dado que ambas son complementarias y constituyentes de un mismo elemento, por lo que intentará comprender sus interrelaciones para así lograr alcanzar el Tao, el camino de la virtud.

Desde ese día veo las zarzas con distintos ojos. En mis paseos he continuado parando en cualquier zarzal a deleitar mi paladar con las jugosas moras. Ya no me acuerdo de los arañazos que jalonan mis brazos por sus afiladas defensas. El tiempo está cambiando, se hace de noche más pronto, ya no hace tanto calor y han llegado las primeras lluvias. Junto a las zarzas, otros árboles empiezan a dar sus frutos y en ellos veo la misma dualidad que vi hace semanas en las zarzas. Los castaños del valle de Tiernas en Alpartir ya tienen sus castañas, que al llegar los fríos meses de invierno disfrutaremos en las brasas del hogar. Sin embargo, ahora sus frutos están defendidos por un caparazón espinoso, cual si quisieran competir con las espinas que defienden las moras. Un poco más adelante me acerco hasta los acerollos de Valdearagués. Ya cuelgan las acerollas de sus ramas. Aunque estas no tengan defensas pinchudas, distan mucho del deleite gustativo de castañas y moras. Al contrario, su sabor me resulta desagradable pero conozco sus propiedades curativas, su contenido en vitamina C o su poder astringente. De nuevo una dualidad, el mal sabor frente a sus beneficios medicinales.


En este mes de septiembre no he comprendido el equilibrio del mundo mirando moras, castañas y acerollas. Cierto es que me han ayudado a pensar pero tan solo me han enseñado, cual faros en el camino de las estaciones, que el tiempo está cambiando, pronto llegará el tiempo de recoger setas pero mientras esperamos nuevas lluvias, podemos disfrutar de los frutos del otoño.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Día mundial de las Aves en el Parque Natural del Moncayo

El otro día iba por el zaragozano barrio del Actur y me encontré Alberto Montero, buen amigo de Calcena y profundo conocedor de la avifauna de la región. Sabiendo su afición ornitológica le propuse asistir a una conferencia que habrá en octubre en ANSAR sobre la situación actual del Quebrantahuesos. Inmediatamente me cortó y me dijo: "Antes te propongo yo que te vengas a Calcena, tenemos el 3 de octubre unas jornadas de anillamiento". Lamentablemente no podré asistir dado que ese fin de semana son fiestas en Lumpiaque, pero elogié la admirable iniciativa y quise promocionarla aunque no encontraba la forma.

Hoy, Rocio de Encanto del Moncayo me ha descubierto el modo. Nunca podremos agradecer suficientemente lo que hace esta mujer por dar a conocer nuestra montaña y las actividades que se hacen en los pueblos de sus faldas. Su cuidado blog y su facebook son la mejor base de datos para el que quiera conocer la actualidad de la región moncaina. Y como no, allí he encontrado el cartel promocional de la jornadas de anillamiento en el centro de interpretación de Calcena que ahora comparto con vosotros. Gracias Rocio, de verdad. Y gracias a los organizadores, a Basi, Alberto, Jutta y demás personas implicadas en la iniciativa.


Día Mundial de las Aves en el Parque del Moncayo (Calcena)

El Salón Dorado y los Osos del Moncayo

Este verano mi madre me regaló el libro de José Luis Corral, El Salón Dorado, Ed. Edhasa (1996). Hace años tuve el placer de ser alumno en la Universidad de Zaragoza de este medievalista que es sin duda uno de los mejores autores de novela histórica del país. El libro, al igual que me había ocurrido con otros títulos suyos como El Cid (2000) o Trafalgar (2001), no me defraudó. Al contrario, me maravilló.

A través de sus paginas nos sumergiremos en pleno siglo XI, llevándonos de Constantinopla a Roma, para acabar recalando en la maravillosa Corte de Al- Muqtadir, Rey de la Taifa de Zaragoza. De la mano del sabio Juan (astrónomo, traductor, bibliófilo, …) desentrañaremos los conflictos peninsulares del momento. Ante nuestros ojos se mostrará la cruzada de Barbastro, las campañas del Cid, la expansión del reino de Aragón, la llegada de los almorávides, etc. Todo ello sin obviar un hilo conductor en torno a la búsqueda del conocimiento a través de los libros, con una trama sobre la defensa de la teoría heliocéntrica de Aristarco de Samos en un momento de dogmatismo religioso que trae lejanas reminiscencias a la clásica obra de Umberto Eco El nombre de la Rosa.

Además, y he aquí que venga a colación del hilo conductor de este blog, El Moncayo tiene un papel destacado en la novela a lo largo de algunos capítulos. No en vano, el protagonista es el ficticio fundador de la escuela de traductores de Tarazona y ocupando este cargo, el sabio ascenderá hasta la cima de la mítica montaña y organizará una cacería de osos en las fragosidades del barranco de Morana. Hoy en día, pudiera parecer utópico tal relato pero al igual que existen documentos del siglo XII que atestiguan la presencia de traductores turiasonenes como Hugo de Santalla, los restos fósiles también confirman la existencia de úrsidos en el Moncayo.

En la reciente prospección arqueológica de la Cueva de los Rincones, aparecieron varios molares que inequívocamente pertenecían a osos pardos, del mismo modo que en la vecina localidad de Talamantes, aparecieron en los años 90 restos de Oso de las Cavernas. Sobre este yacimiento podemos consultar el artículo: BLASCO SÁNCHEZ, Mª Fernanda “Primeros testimonios de oso de las cavernas en el somontano del Moncayo” en Cuadernos de Estudios Borjanos, nº 35-36, 1996, pp. 27 – 48.

Ambas especies cohabitaron en el pleistoceno pero mientras la segunda es una especie fósil, el oso pardo ha pervivido hasta la actualidad y presuponemos que el Moncayo sería uno de sus últimos reductos hasta su final confinamiento en el norte peninsular. De tal modo que la presunción de una cacería de osos en los barrancos del Moncayo en la Alta Edad Media, no nos resulta para nada utópica sino profundamente sugerente, al igual que el conjunto de este maravilloso libro que es El Salón Dorado.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Labordeta y el mundo rural. Requiem.

Los recuerdos infantiles marcan nuestro devenir en este mundo. A mi hay un recuerdo que me ha marcado profundamente. Tan solo tengo que cerrar los ojos y vuelvo a ver a mi padre introduciendo una cassette anaranjada en el Seat Ronda con el que viajábamos todos los veranos al valle de Chistau. Aunque esa cassette anaranjada nos acampañaba ya fuera al Pirineo o al Matarraña. Esa cassette contenía una grabación de un concierto en directo de José Antonio Labordeta.

Luego vendrían nuevos discos, ya en formato CD, como aquel Cantes de la Tierra Adentro, que yo escuchaba con devoción en los años 90, cuando sus canciones habían sido compuestas 20 años antes, incluso antes de que yo naciera. Luego vendrían los conciertos, algunos míticos con cientos de banderas de Aragón al viento, otros inolvidables, como el de las Fiestas del Pilar del 2006, menos reivindicativo pero más emotivo, dado que fue la ultima vez que lo vi en un escenario, a donde acudí acompañado de mis padres, los mismos que me habían llevado a descubrirlo con aquella cassette anaranjada que guardo como un tesoro.

Labordeta ha sido muchas cosas, estandarte de Aragón, por supuesto, pero también bandera de todos los pueblos de España, de esa otra España rural, ya se encuentre en Galicia, Extremadura o Castilla, que tiene un común denominador: el éxodo, la despoblación y el olvido de una forma de vida. Numerosas canciones suyas hacen referencia a los pueblos, desde las Meditaciones de Severino el Sordo, aquel relato del ultimo vecino de un pueblo deshabitado, a las Coplas del Tión, testimonio de esa forma de vida pirenaica que se nos muere , pasando por Regresaré a la casa, ese alegato en favor del retorno a los pueblos. Sin embargo, para mi, existe una canción que describe la vida del campo, como ninguna otra, estoy hablando de La Vieja.

Aunque son muchos los relatos que podríamos rescatar de Labordeta referentes a la despoblación, me quedo con una pequeña colaboración que realizó en el libro: Pueblos abandonados ¿un mundo perdido?, de Rolde de Estudios aragoneses, 1995, donde escribía un artículo que llevaba por titulo “Quién te cerrará los ojos”, al igual que uno de sus poemas que musicalizó y que precisamente aborda la cuestión de la despoblación, con estrofas joteras tan contundentes como:En los muros crece yedra/y en las plazas no hay solana/ contra la lluvia y el viento/ se golpean las ventanas.

El artículo apenas tiene tres carillas, pero contiene una profundidad cual volúmenes de una enciclopedia. Rescato las palabras con las que Labordeta iniciaba su reflexión: “Resulta muy duro, cuando atraviesas los caminos, encontrarte con gentes que de su lugar y de su infancia tan solo guardan los recuerdos con la nostalgia de que todo, menos la memoria, está perdido. Te describen las calles, las placetas, los juegos y hasta el grito del maestro que desde la puerta de la Escuela, situada en lo alto del pueblo, llamaba a los escolanos, a primeras horas de la mañana, para comenzar la jornada. Te lo narran todo, te lo describen, pero siempre desde la perspectiva de un tiempo pasado, ido, muerto en los viejos aledaños de la memoria”.

José Antonio, no te has ido, nunca te irás. Nos queda tu legado y tu ejemplo. Nos quedan tus palabras, en tus libros y en tus canciones. Nos quedan los momentos compartidos por todos los aragoneses, por todas las personas de pueblo. Tu canto a la Libertad, se terminará convirtiendo oficialmente, porque oficiosamente ya lo es, en himno de Aragón, pero es un himno universal, como lo eran tus canciones. Esta tarde, escuchando un disco recopilatorio tuyo, mi pelo se ha erizado con esos dos impresionantes temas que son, Somos y Ya Ves. Finalmente, con La Albada, no he podido contener las lagrimas. Seguro que a esa misma hora, en muchos rincones de España se estaban escuchando tus canciones, en alguna biblioteca se estarían leyendo tus poemas y muchas personas no podían contener sus lagrimas Desde el Castillo de Purujosa, haremos que tus canciones resuenen por los barrancos del Nido de Águilas del Moncayo.


sábado, 18 de septiembre de 2010

Viento del Moncayo. Artículo y reflexión

Como cada domingo, me dispuse a leer la sección “Aragón de leyenda” que escribe Alberto Serrano Dolader, en el suplemento de Heraldo. Si habitualmente constituye una de mis lecturas más sugerentes de la semana, en esta ocasión lo fue con más motivo. El propio titulo ya despertó mi interés: Viento del Moncayo.

En el artículo, Alberto recopila multitud de fuentes referentes a los terribles vientos que se originan en la montaña. Mediante un profundo trabajo eurístico, el autor nos lleva de los textos de Becquer a los de Antón Castro, pasando como no, por la tradición oral de los pueblos que rodean la montaña. Entre sus informantes,el pastor Benito Gomara le habló del viento cobijado en las Peñas de Herrera. Aunque hace años que no lo he visto, siempre que miro a la Muela de Añón, se que Benito estará con su ganado en algún barranco de la otra vertiente. Yo también he tenido el placer de conversar con él y hasta le hemos oído cantar buenas jotas por las calles de Purujosa.

Precisamente, en cuanto comprendí la temática del artículo me pregunté si nombraría Purujosa porque aquí el viento también ha engrosado el imaginario popular. Alberto no me defraudó y cuenta aquella leyenda de un sacristán de la ermita de Constantín que un día de invierno en el collado de las Estacas fue arrastrado por un terrible vendaval. Aunque el autor obvie citarlo, la leyenda está contenida en el libro del siglo XVIII de Fray Roque Alberto Faci, Aragón reyno de Chirsto y dote de María Santíssima, obra de consulta obligatoria para aquellos que quieran conocer la historia de la Virgen de Constantín y de otros santuarios moncainos.

Del artículo, extraigo la referencia de un monje de Veruela que explica como a veces el viento procede de un “promontorio de espesas nubes (…) que forman un capuz sobre su cima”. Esa misma observación se desprende de aquel dicho popular que oí una vez en el Frasno: “boina en el Moncayo, cierzo en la ribera”. Y es que la montaña en los días invernales de fuerte viento del NW se cubre con un casco de nubes, que esconden en sus entrañas una terrible ventisca. Desventurados aquellos que intenten llegar a su cumbre en tales circunstancias. Les contaré que vivirán:

"En Beratón, a casi 1.400 metros de altura, encontrarán un día gélido pero probablemente soleado. Desde allí verán las nubes chocando contra la montaña, pero ascendiendo hacia el collado del Muerto irán protegidos por el robledal y las laderas. En los 1.800 metros del collado estarán en un punto de no retorno, tendrán que tomar una decisión trascendental: despedirse de Apolo, dios del Sol, y someterse a los designios de Eolo.

Conforme asciendan por la interminable ladera que desciende del pico Lobera, su campo de visión se irá reduciendo al tiempo que el viento irá incrementando su fuerza. En ocasiones, alguna racha les hará retroceder, incluso si son tan incautos de permanecer erguidos, desafiantes ante el poder de la naturaleza, esta no dudará en derribarlos. Sin embargo, lo peor estará por llegar. Existe un punto, en torno a los 2.000 metros, donde algo cambia, es un fenómeno inexplicable pero que he sufrido ya en tres ocasiones. A partir de esa altura, en cuestión de minutos, el aliento gélido de la montaña empieza a congelar tu cuerpo, las cejas canean, de la nariz cuelgan estalactitas de hielo, y el viento silva con más fuerza si cabe. Es terrible. En cuestión de minutos has entrado en el infierno, ya no estás bajo la voluntad de Eolo, aquí está Hades, dios del inframundo, dispuesto a castigar a aquellos que desafían a la montaña.

Y es a los 2.200 metros donde les espera una prueba final. La montaña llanea, te aproximas a la cumbre, la tienes a 20 metros pero ¿donde está? Es imposible ver nada. Tu compañero no puede oirte por el viento, tu apenas lo ves cuando se aleja 5 metros de tu lado. Mires donde mires solo ves blanco, el suelo es una llanura nevada interminable y las nubes que te rodean dan una sensación de infinito etéreo, una espacio sin fin donde ningún punto de referencia puede guiar tus pasos. Y el viento que nunca para, presto a derribarte cuando tus fuerzas flaqueen. La desorientación que sufre una persona en estas circunstancias es inimaginable !Es una sensación tan extraña el estar allí en medio de esa nada blanca¡ Solo la brújula te hace mantener la orientación, sino estarías perdido. Llegarás al helado monolito que es la cumbre de la Lobera y no permanecerás ni dos minutos quieto pues el frío será insoportable. Iniciarás el descenso procurando desviarte hacia el Sur, porque el viento, guiado por una mano invisible, te querrá empujar a los profundos circos de la Cara Norte, que se convertirían en nuestra tumba de hielo.

Aun así, descendiendo, el viento habrá borrado las escasas huellas que hayas podido marcar en el duro hielo y te empujará incansable haciéndote caminar de costado y desviándote de tu ruta de subida. ¿Pinos? ¡Qué hacen estos pinos aquí! La montaña ha sido clemente. Te desvió con su vendaval, si, pero no a los cortados de los circos, sino a los pinares del barranco de Valdealonso. !Qué fácil es desorientarse en las ventiscas del Moncayo! Regresarás a Beratón, el sol iluminará el horizonte soriano y girarás la cabeza para ver la montaña, defendida por laderas de nieve que se pierden entre unas nubes negras. Pondrás la radio del coche, mientras dejas el infierno atrás, pero en tu interior todavía oirás el rugido del viento del Moncayo."


Lo dicho, un artículo muy sugerente, del que recomiendo su lectura en la foto que adjunto y que a mi me ha llevado a narrar estas experiencias que he vivido en mis ascensiones invernales al ventoso Moncayo.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Fiestas San Ramón 2010

Ya se habían ido los de la tele. Cuando llegamos a Purujosa el viernes por la tarde para disfrutar de las fiestas nos dieron la noticia: por la mañana un equipo de Aragón Televisión había estado grabando por el pueblo y hasta habían hecho una entrevista a nuestro ilustre ermitaño. Precisamente, esa tarde bajamos con el Padre Francisco hasta el Pilón de la Leche. Aunque lo habíamos restaurado hacia meses, todavía no había sido bendecido y que mejor ocasión que las fiestas patronales. Jesús con su potente y templada voz cantó una jota para dar por concluido el acto y nos dirigimos al albergue.

Subiendo por la calle la Corte, nos detuvimos a ver lo bien que han arreglado Vicente y Fernando una fachada que amenazaba con sumarse a las ruinas que pueblan esta calle. En la plaza, Chori estaba haciendo pruebas de sonido para la discomóvil de la noche. Ya en el albergue la merienda-cena estuvo muy bien, ni mucha ni poca gente y sabrosos platos que acompañaban conversaciones en torno a la ampliación del albergue, cuyas obras se habían iniciado días atrás. De hecho, mientras merendábamos las maquinas seguían nivelando el terreno donde se asentara la derribada casa de Faustino.

La discomóvil del viernes contó con un gran acierto y es que empezó muy pronto y con muchos pasodobles. Ello permitió que, a diferencia de otros años, hubiera ambiente en la plaza dado que la gente mayor se quedó a bailar. Además, este año Chori había traído efectos ópticos discotequeros que daban a la fiesta auténtico sabor de verbena. Luego llegó el turno del karaoke aunque a las tres nos recogimos, que al día siguiente había procesión.

En la procesión se bajó hasta donde estuviera erigido el desaparecido pilón de San Ramón, en la plazuela del albergue. Precisamente surgió la idea de levantar en un futuro un peirón donde estuvo situado el original. Ya aproveche mi visita a la Iglesia para recoger nuevos documentos para nuestro trabajo de investigación y me recluí en casa a leerlos.

Luego vinieron mis amigos de Lumpiaque y como decía una jota del Valle de Echo “los viejos a echar la siesta y los jóvenes a rondar”. Precisamente esperamos a que la Ronda llegara hasta nuestra puerta y tras ofrecer pastas y moscateles nos sumamos al recorrido que se prolongó hasta las dos de la mañana, acabando en casa del Alcalde. Allí, una vez recogidos los profesionales, los joteros amateur entonamos jotas de picadillo para terminar Aurelio y yo cantando nuestras tradicionales rancheras.

La discomovil estuvo genial, con las joteras y mis amigos monopolizando la plaza. Poca juventud pero muy entonada. Lastima que cuando fui a por la traca que daría fin a la noche hubiera algún incidente con esas personas mayores que no entienden que la noche es de los jóvenes y que no dan el ejemplo cívico que les corresponde por su edad, más bien lo contrario. Olvidados los problemas dado que el tiempo todo lo cura, al día siguiente se cantaron los esperados gozos a la virgen pero allí no pude estar de testigo. Aun así, nada más llegar a Zaragoza, me puse la grabación que hicimos de los mismos en 2006, para recordar los buenos momentos que hemos pasado y pasaremos en estas fiestas de Purujosa.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Miguel Delibes y el mundo rural

Este año nos dejó uno de los grandes de las letras castellanas. Castellano era él, amante de su tierra y su nombre era Miguel Delibes. Se nos fue uno de los más importantes impulsores de la literatura española de la segunda mitad del siglo XX, reconocido con el Príncipe de Asturias, el Cervantes o el Nacional de Narrativa. Para muchos fue el Nobel de literatura sin premio Nobel: A pesar de las diferentes nominaciones, la academia sueca nunca le otorgó el galardón. Pero eso da igual ante la inmensidad de su legado narrativo, fuente de inspiración, de fantasías y de sueños de generaciones de lectores.

Me avergüenza reconocer que he esperado a la muerte del vallisoletano para leer una novela suya. Pero la espera ha valido la pena porque he descubierto lo que otros ya sabían, que estamos ante un genial narrador de historias. Su obra ya la conocía a través de la adaptación cinematográfica de Los Santos Inocentes, película que dejó una profunda impresión en mi ser y de visionado obligatorio. No es baladí que Paco Rabal con su personaje de Azarías y Alfredo Landa en el papel de jornalero Paco triunfaran en el festival de Cannes. Un alegato contra el caciquismo rural en la España franquista.

También conocía que un tema recurrente en su obra era el medio rural y la naturaleza. El campo se convertía en un protagonista más en sus historias. Es famoso su discurso de ingreso en la Real Academia donde defendió con la brillantez de su lenguaje eso que años después se denominaría “desarrollo sostenible”, es decir, una defensa de un mundo rural que ya en aquellos años agonizaba. Precisamente, dicho discurso lo publicó bajó el sugerente título de Un mundo que agoniza. Todavía guardo con cariño aquel número de la Revista Quercus de 1994 donde Joaquín Araujo hablaba sobre la relación del maestro de las letras con el campo.

Entre las distintas novelas donde Miguel Delibes aborda la cuestión del mundo rural, elegí leer El disputado voto del señor Cayo. Supongo que alguna reseña donde se describía el eje narrativo del libro en torno al abandono rural, temática que personalmente me fascina, me impulsaría a seleccionarlo frente a otros títulos más famosos como el Camino. La novela describe las peripecias de unos militantes socialistas en las primeras elecciones democráticas españolas que se dirigen a una zona rural a realizar un mitin. El libro es corto y tiene tres partes claramente diferenciadas: Una primera donde se describe el rimo frenético de la sede del partido, luces de tubos fluorescentes, multitud de personas en movimiento, ceniceros llenos y tazas de café confieren una atmósfera agobiante que contrasta con la segunda parte de la novela, a saber, el viaje a un pequeño pueblo de la Sierra. Allí, contrastaran el carácter de Rafa, fuertemente urbanita, con el de Víctor, con profunda admiración por los paisajes naturales y humanos que descubre en la sierra. Víctor se siente fuertemente impresionado por el Seño Cayo, uno de los dos únicos vecinos de la ultima aldea del valle.

En su corta visita al pueblo alcanza a entender que el señor Cayo es autosuficiente, vive al ritmo de las estaciones y aprovecha lo que el entorno le proporciona, aunque dicho aprovechamiento sea laborioso. Sin embargo, su ritmo de vida no es por ello más rápido que el de los llegados desde la ciudad, más bien al contrario. El señor Cayo les enseña sus colmenas, el cariño con que trata a las abejas en unos pasajes me recuerda a José, un hombre del Pirineo. Para Cayo cada cosa tiene una utilidad y domina su medio, sabe que la sombra de la noguera es mala y sabe el tiempo que hará mirando las nubes. El choque cultural de ambos personajes es tremendo, los militantes representan el futuro, una sociedad democrática y moderna que estaba naciendo y Cayo es el arquetipo de una sociedad, la rural, que había sido la dominante en España hasta ese momento y que declinaba hacia su extinción. La emigración acababa con una forma de vivir, pero Delibes se cuestiona si el futuro que se abre es en todos los sentidos mejor que el pasado que dejamos atrás. A través de la voz del protagonista observa que el señor Cayo no les necesitaba para nada, pero que la humanidad si necesita hombre como Cayo porque: ¿Qué ocurrirá el día que no se encuentre un solo hombre que sepa para qué sirve la flor del saúco?

La novela es muy corta y se lee rápidamente. A mi personalmente me sedujo de tal manera que en muchos pasajes me sentía muy identificado con los pensamiento del protagonista sobre la vida en el campo. De hecho, ya estoy pensando en leerme alguna otra novela de Delibes ambientada en el mundo rural, como las Ratas. Ya os contaré.