
En la prueba, puntuable para el campeonato de Aragón, participaron más de 80 pilotos divididos en categorías que debían realizar un itinerario u otro en virtud de la dificultad. En mi tramo, el circuito “sencillo” era asequible y todos los pilotos pasaron limpios. El tramo intermedio se las traía y el tramo difícil ponía los pelos de punta: ¿Cómo pueden subir por ahí?


La mañana transcurrió muy entretenida, a la cita del motor se sumó una caravana de coches de época, una concentración de Seat 1500, utilitario de los años 60 que precedió al popular 600, que vinieron desde Beratón y saludaron a su paso haciendo sonar el claxon de sus vehículos. El sol calentaba pero las previsiones anunciaban tormenta y no se equivocaron. La lluvia hizo acto de presencia y además de forma brusca y repentina. A pesar de ponernos los chubasqueros con avidez, terminamos algo mojados y dada la intensidad que estaba adquiriendo este diluvio moncaino, se suspendió la tercera manga de la prueba.

No obstante, a pesar del agua, la jornada terminó con la alegría propia de un día de fiesta como el que nos ocupaba: con una comida de hermanamiento entre pilotos, jueces y organizadores. Carlos, del albergue de Purujosa, nos preparó unas judías que quitaban el sentido. Y así, entre chistes y charradas, anécdotas moteras y proyectos de futuro, fue discurriendo el final de la que fue mi primera colaboración en el Trial del Calcena.

No hay comentarios:
Publicar un comentario