El otro día descubrí un rincón maravilloso. Aunque el verbo “descubrir” resulta completamente presuntuoso. Ese rincón llevaba allí toda la vida y los vecinos de Purujosa lo conocían de siempre. Yo mismo había oído hablar muchas veces de él pero nunca me había acercado a verlo. El otro día visité la fuente y balsa de la Costera.
Mientras nos acercábamos el sonido de agua nos indicó que a pesar de la sequía que arrastrábamos, el manantial había movido mucho. Un regacho cruzaba el camino y junto a él la rectangular balsa, todavía muy bien conservada y naturalizada por el paso del tiempo, con todas sus piedras cubiertas de musgo chorreando hilos de agua. El agua mana en abundancia justo encima de la balsa, por encima el cauce del barranco está seco aunque más arriba se vuelve a oír el agua. De hecho, parece que el manantial viniera de las cavidades que se abren en la muela de Beratón.
La balsa se conserva relativamente bien, algo enronada pero no pierde agua. En tiempos permitiría regar las tablas que hay barranco abajo. Verdaderamente, sería muy sencillo instalar un tubo que permitiera beber agua con más facilidad. Desde luego, es un lugar sugerente. En este árido sistema Ibérico, todos los lugares donde corre el agua, deberían ser cuidados con cariño.
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